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José García Domínguez

Lo peor está por llegar

La austeridad prescrita por Alemania ya ha provocado que Europa entera vuelva a arrastrarse por los suelos, carcomida por la recesión. Esa absurda obcecación de Merkel con el 4,4 por ciento de déficit en 2012 va a acabar de rematarnos

Es una superstición pareja a la que rigió en la Europa medieval. Entonces, cuando estallaba alguna epidemia de peste bubónica, se quemaba a los judíos en una hoguera municipal. Profilaxis de choque que siempre resultó muy popular. Y ahora, tras irrumpir una crisis financiera, se corre a incinerar la demanda interna en nombre de la sacrosanta austeridad. Una práctica, la de dejar reducido a cenizas el mercado nacional, que igual goza de enorme predicamento entre la afición. De ahí que el Foro de Davos, esa gran metáfora de La montaña mágica, haya aplaudido lo que Nouriel Roubini, la Casandra oficial del siglo XXI, ha descrito como “un accidente de tren a cámara lenta”.

Y es que la austeridad prescrita por Alemania ya ha provocado que Europa entera vuelva a arrastrarse por los suelos, carcomida por la recesión. Aunque nada hay en este mundo que no sea empeorable. Así, la doble taza de austeridad, esa absurda obcecación de Merkel con el 4,4 por ciento de déficit en 2012, va a acabar de rematarnos. La lucha contra el déficit público provocará más déficit público por el efecto de los estabilizadores automáticos. Un desplome añadido de la recaudación tributaria y un incremento extra del gasto vía seguro de desempleo: hace falta estar ciego para no verlo. Sin embargo, aquí, avanzamos hacia los seis millones de parados al modo de las ovejas camino del matadero: felices. 

Extravío al que no resulta ajeno el soma de medio billón de euros que el BCE acaba de administrar a la banca continental. Otra fantasía alucinatoria, una más. Pues lo que no ha funcionado ni en Japón ni en Estados Unidos, tampoco va a funcionar en Europa. El dinero fácil puede apaciguar algún tiempo –poco– las primas de riesgo, pero no provocará crecimiento. Y, pese a que a Merkel y sus talibanes la idea les suene extravagante, solo existe una forma conocida de que un país pueda pagar sus deudas: que el PIB crezca. Justo lo contrario de cuanto se nos ordena desde Berlín y Bruselas. Por eso, en cuanto se diluya el efecto de la droga monetaria, apenas una cuestión de semanas, el euro volverá al borde del precipicio. Y con él, nosotros. Todos. La Austera incluida.

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