Acaso víctima de un enternecedor brote de acné senil, de un tiempo a esta parte al emérito Jordi Pujol le ha dado por abrazar esas virulentas radicalidades tan propias de los adolescentes en trance de maduración tardía. Quién sabe, igual en su fuero interno don Jordi coincide con Rilke y aquel célebre aserto suyo – "la única patria de un hombre es su infancia"–. Sea como fuere, el Pujol pensionista de la Seguridad Social se nos ha revelado un iracundo antisistema frente al que los más atrabiliarios okupas pasarían por medrosas monjitas de la caridad. Tal que así, inopinado híbrido entre Peter Pan y Savonarola, el Patriarca anda predicando el Apocalipsis a quien quiera escucharle.
Repárese, si no, en la última de sus deposiciones públicas. "La alternativa está entre la independencia y el gradual borrado de la catalanidad y de Cataluña", acaba de sentenciar, lapidario, ante una entusiasta tropa de cruzados de la causa; en su gran mayoría, probos asalariados de la Generalidad, plácidos perceptores de rentas parasitarias del erario y otros notorios representantes de las manos muertas. Nada extraño, por cierto. Ni mucho menos nuevo. Sin ir más lejos, recuérdese lo que escribiera Pla en tiempos de la República, cuando Macià, Companys, el capitán Collons y demás ilustrados:
"En este país hay una forma cómoda de llevar una vida suave, tranquila y regalada: consiste en afiliarse al extremismo (...) En todo el mundo, las posiciones extremas de la política se mantienen por la gente más abnegada, más idealista, más romántica. En nuestra casa, el cercado extremista está poblado de escépticos, individualistas y pedantes".
Fiel a la tradición, y para no ser menos, Mas se ha lanzado a desdeñar el mercado nacional con arrogante displicencia marca de la casa. "Tenemos la sede en España pero el negocio fuera", viene de aberrar el hereu henchido de soberbia. Sin embargo, plazca o no a nuestros púberes eternos, Cataluña dirige el 56,4% de sus exportaciones al resto de España. Mientras que la Unión Europea toda apenas absorbe un 23,9 %. Añádase que el 44% de las importaciones proceden asimismo de la otra orilla del Ebro y dispondrá el lector de una razonable aproximación al cuadro clínico del catalanismo político. En fin, cada loco con su tema.