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José García Domínguez

La gallina es un mamífero

Lo de los maestros, desengañémonos, apenas es un síntoma.

La gallina es un mamífero; Ávila, una bucólica villa costera de pescadores ubicada en la provincia de La Coruña; y Soria, el nombre oficial de una comunidad autónoma, acaso nacionalidad histórica. Eso piensa, parece, un número estadísticamente significativo de diplomados en Magisterio pertenecientes a la ya célebre "generación mejor preparada de la historia de España". Miseria intelectual, la de tantos maestros Ciruela que, para sonrojo colectivo, acaba de airear la Consejería de Educación de Madrid. Otro testimonio de una asombrosa incompetencia, la de la red de instrucción pública, que no se explica con rutinarias apelaciones a las deficiencias técnicas de tal o cual ley educativa votada por el Parlamento.

Porque el Chernobyl cultural español posee raíces más antiguas y más hondas. A fin de cuentas, esos pobres analfabetos que imparten docencia en las aulas infantiles no son mucho más ignorantes que otros que sientan cátedra a diario sobre lo humano y lo divino en los foros audiovisuales. España, y no cabe achacarlo a la Logse, es hoy la sociedad más democrática de Europa. Ningún país occidental tolera menos las jerarquías que el nuestro. Ninguno. El peor insulto aquí tal vez sea tildar a alguien de elitista. De ahí que tantas gentes instruidas se esfuercen por disimular su condición emulando el lenguaje burdo y los modos toscos propios de cuanto se tiene por popular.

Bien saben que el elemental respeto a la sintaxis comienza a pasar por pretenciosa pedantería, cuando no por intolerable clasismo. Solo lo basto, y mejor cuanto más zafio, ofrece garantías de unánime celebración y general aplauso. Por algo las supremas celebridades del papel couché, novísimos modelos del éxito social, surgen de la cantera del fracaso escolar. Va para un siglo y medio, cuando parecía que habíamos tocado fondo, una generación de intelectuales se planteó como misión primera la de redimir a España de su incultura. Creían ellos, y no andaban lejos de la verdad, que el problema español era, ante todo, un problema de educación. Recuérdese, tan reproducido, el diálogo entre Joaquín Costa y Giner de los Ríos. "Giner, necesitamos un hombre", dijo Costa. A lo que el pedagogo krausista respondió: "Joaquín, lo que nos hace falta es un pueblo". Y en ésas seguimos. Lo de los maestros, desengañémonos, apenas es un síntoma.

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