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José García Domínguez

La culpa es del bloqueo

En 1959, en fin, el número estimado de prostitutas en La Habana era de 11.500. Hoy, por simple pudor, ninguna instancia oficial quiere repetir el cálculo.

En 1959, en fin, el número estimado de prostitutas en La Habana era de 11.500. Hoy, por simple pudor, ninguna instancia oficial quiere repetir el cálculo.
EFE

La culpa es del bloqueo. El sueldo medio de un cubano alcanza apenas para adquirir un kilo de carne. Pero los pensionistas pueden conseguir cuatro filetes al mes. Eso sí, a condición de que estén dispuestos a invertir en ellos el importe íntegro de su nómina de cuatro dólares. La mitad (tirando por lo bajo) de los edificios de la capital serían declarados en ruinas si se siguiesen los criterios al respecto que se establecen en los manuales ordinarios de arquitectura. En todas las viviendas de La Habana hay grifos, aunque únicamente algunas (menos de la mitad tirando por lo alto) disponen de servicio de agua corriente a diario. Si los dueños de uno de esos pisos quieren alquilar habitaciones a un turista, deben pagar un impuesto de 250 dólares; cuantos traten de eludirlo, se enfrentarán a una sanción administrativa de 1.800 dólares. Si alguien pretende poner unas mesas y cuatro sillas para ofrecer bebida o comida a cualquier visitante que esté dispuesto a pagar por ello, tiene que disponer antes, y en efectivo, de los 850 dólares del preceptivo desembolso que le exigirá el Estado a cambio de concederle la preceptiva licencia gubernativa de mesas y sillas para tomar algo. Todo por el bloqueo, claro.

Si se tienen dólares en el bolsillo, en la La Habana se puede comprar cualquier cosa que a uno se le antoje, cualquiera. Pero los empleados del Estado cobran exclusivamente en pesos, jamás en dólares. Y el noventa y mucho por ciento de los cubanos que viven en la isla son empleados vitalicios del Estado. Únicamente las empresas extranjeras pagan a sus asalariados en dólares norteamericanos, pero el Gobierno confisca íntegras sus nóminas cada final de mes. Así, esos trabajadores reciben el equivalente en pesos cuando llega el día de la paga. Y al cambio oficial, huelga decir. En las tiendas del Estado se puede comprar de todo, lo que sea. Pero con dólares, claro. Y el Estado cierra casi todas las vías para que la población pueda disponer de dólares. Casi todas, salvo las que conducen al comercio con el propio cuerpo en algún catre sórdido de los alrededores del Malecón. Y fuera de esas tiendas estatales no se puede encontrar casi nada. Pero la culpa, ya se sabe, es del bloqueo.

Fidel y Raúl necesitaban dólares. Tres cuartas partes de la deuda externa venció en su día. Y todavía no se ha pagado. Por eso, y solo por eso, permitieron que los gusanos remitieran millones cada año desde Estados Unidos a los familiares que ellos dos retenían (y retienen) en calidad de rehenes. Pero todos esos dólares caídos del cielo no bastaban. De ahí que el Gobierno Venezuela se viera forzado a regalarles (sobre el papel, Cuba tendrá que pagar dentro de veinte años) dos mil quinientos millones de dólares en petróleo; petróleo que, acto seguido, sería revendido en el mercado negro internacional. Pero tampoco fue suficiente. Así que Raúl dejó de pagar incluso la parte del crudo que sí le cobraban sus compadres de Caracas. Cuando le llegó la noticia de que los cubanos no querían pagar nada de nada, ni una gota, el director general de Petróleo de Venezuela quiso cortarles el suministro; cuando lo supo Chávez, dejó sin su empleo al ex director general de Petróleo de Venezuela. Pero la culpa toda es del bloqueo.

En 1959, en fin, el número estimado de prostitutas en La Habana era de en torno a 11.500. A día de hoy, y por simple pudor, ninguna instancia oficial quiere repetir el cálculo. El bloqueo, ya se sabe.

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