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José García Domínguez

Ganará Obama

En puridad, los republicanos no se enfrentarán en noviembre a la izquierda, sino a la demografía. Nada entonces tienen que hacer. Obama ya ha ganado.

En realidad son dos países, no uno. Y en el seno de ambos, cada día ensanchando sus fronteras más y más, habita un tercero: la nación cultural de los hispanos. Por eso poco se entiende de la política yanqui sin antes reparar en la frontera moral que escinde al Sur, lo que han dado en llamar el Cinturón del Sol, del resto de los Estados Unidos. Ocurre con la biografía del Partido Demócrata, por ejemplo. Desde siempre hegemónico entre la población blanca de la antigua Confederación y condenado a las tinieblas a partir de mediados de los sesenta. Algo que con clarividente lucidez Lyndon Johnson adelantó así a Bill Moyers, un periodista amigo: "Creo que acabamos de entregar el voto sureño a los republicanos por lo que nos queda de vida, a mí y a ti".

Fue cuando el Congreso aprobó la Ley de Derechos Civiles. Y Johnson no se equivocó. Los demócratas habían roto el ominoso pacto con el diablo que concediera firmar Roosevelt tres décadas atrás. Porque el esqueleto del Estado del Bienestar que respondía por New Deal, tan apoyado en sus orígenes por el Sur, tenía un precio: que Washington mirara hacia otro lado en el asunto de la segregación. Así, una vez roto aquel matrimonio de conveniencia, no volvieron a levantar cabeza en ese territorio. Luego llegó la discriminación positiva, junto a la corrección política y el multiculturalismo, una de las mayores estupideces que la Nueva Izquierda legaría en herencia al establishment liberal (en el sentido anglosajón del término).

Un exceso que desbordaba todos los límites de lo razonable y que acabó sembrando la semilla del Tea Party. Añádase, en fin, que cuando las voces frontera y coladero comienzan a resultar sinónimos, resulta harto difícil convencer a la gente de que debe pagar más impuestos para auxiliar a ignotos recién llegados. Sobre todo, si no existe sentimiento alguno de comunidad, ni valores compartidos. Grosso modo, he ahí el origen del muy agrio disenso partidista en la Norteamérica contemporánea. Pues ésa de las minorías no es una cuestión más, sino la cuestión. En puridad, los republicanos no se enfrentarán en noviembre a la izquierda, sino a la demografía. Nada entonces tienen que hacer. Obama ya ha ganado. 

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