Más allá de su retórica afectada, esa mutación desteñida, flácida y cursi de la socialdemocracia continental que encarna Zapatero obedece a la misma lógica perversa que las difuntas burocracias del socialismo real. Así, tampoco él concibe los problemas prácticos como obstáculos que deban ser superados cuanto antes, sino como fuentes inagotables de poder. De ahí que siempre los defina en función de las soluciones políticamente viables, y no al revés.
Consecuente, si el poder soviético se proponía eliminar el mercado negro, la medida a implementar era simple: las empresas dejaban de fabricar los productos que se distribuían en él. Si se trataba de minimizar la tasa de crímenes impunes, ordenaba a jueces y fiscales que triplicaran de inmediato el número de condenados. Si, en fin, era su propósito reducir el volumen de accidentes mortales en los arcenes de las carreteras, cambiaba por ley la definición técnica del sintagma "arcén de carretera", y listos.
El colectivismo light de Zapatero no se desvía ni un milímetro de esa ortodoxia canónica, que exige la contorsión sistemática de la realidad al servicio de un universo virtual poblado de ficciones estadísticas. Es sabido, en todas las clasificaciones de la OCDE sobre logros en educación secundaria España ocupa los últimos lugares junto a Turquía y Brasil. ¿Cómo terminar, pues, con los suspensos masivos en el bachillerato y esos porcentajes de deserción que tanto afean la imagen del Gobierno de España en los foros internacionales? Muy fácil: el fracaso crónico en el bachillerato desaparecería de golpe suprimiendo también de golpe el propio bachillerato.
Dicho y hecho. He ahí el hermano Gabilondo anunciando feliz a los gentiles la buena nueva. Y es que los repetidores de cuatro asignaturas en primero de bachillerato disfrutarán de un año sabático zascandileando por los pasillos de los institutos, el merecido premio a su contrastado esfuerzo escolar. Al fin, ha llegado al BOE la almendra de la pedagogía progresista, a saber, la escuela no constituye una institución al servicio de la sociedad, sino al contrario, la llamada a satisfacer los más íntimos deseos de la escuela ha de ser la sociedad, su humilde servidora.
En fin, la legítima aspiración a que los repetidores puedan examinarse por teléfono parece que todavía no se ha concretado. Mas tengamos paciencia, que todo se andará.