Se acaban de cumplir diez años, que no diez minutos, como creen algunos de esos españoles profesionales que tanto abundan en la pomada madrileña, desde que una quincena hastiada de catalanes decentes decidiera fundar Ciudadanos en el comedor ahora mítico del Taxidermista, en plena Plaza Real de Barcelona. Diez años ya. Carpe diem. Por aquel entonces, huelga decirlo, ni en los más extraviados delirios de los heresiarcas conjurados se vislumbraba, por bien remota que fuese, la posibilidad de acariciar poder institucional alguno. De ahí que todos los cuchillos les viniesen del mismo lado, el de la cofradía catalanista, ya constituida en sucedáneo doméstico de otro frente nacional.
Ciudadanos nació queriéndose horma en el zapato del monopolio nacionalista en Barcelona e, ironías del destino, ha terminado de madurar sabiéndose mosca cojonera del duopolio peninsular y su innúmera corte de imputados intocables. Diez años, sí, diez. Porque Ciudadanos se constituyó no para terciar en las querellas de familia en el partido de las derechas, asunto que traía más bien al pairo a cuantos dieron aquel paso en su día, ni tampoco para auxiliar a la señora Díaz en sus cuitas sevillanas, sino para acabar de una vez con la genuina corrupción de PP y PSOE, que no es la económica sino la intelectual.
Caciques provinciales directamente sacados de la España negra, como aquel malcarado Fabra de Castellón, todopoderosos delincuentes comunes que asentaran sus reales durante décadas merced a la connivencia silente de Génova y Ferraz, van a sufrir, están sufriendo ya, algo más que un incordio pasajero con la inoportuna irrupción de Ciudadanos y el súbito fin del turno pacífico. Pero la regeneración profunda que ansía Ciudadanos es otra. En parte por simple ignorancia, en parte por ventajismo cortoplacista, siempre por incorregible miopía, derechas e izquierda han orillado por norma a la Cataluña no nacionalista durante los últimos treinta años.
E igual los unos que nos otros. Exactamente igual. Con sus pulseritas rojigualdas y su cargante cháchara patriotera, las derechas con mando en plaza no se han distinguido ni un ápice del PSOE en su servilismo claudicante frente al nacionalismo. Ni un ápice. Y esa forma suprema de corrupción es lo que ha venido a corregir Ciudadanos. Por las buenas o por las urnas, como rezaba algún manifiesto germinal. Esa es la verdadera caza mayor en que sigue enfrascado Rivera. Y no desde hace diez minutos, por cierto.