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José García Domínguez

El PER de Duran Lleida

Después de haber confundido a Javier de la Rosa con Steve Jobs, uno resta inhabilitado de por vida para impartir magisterio sobre ética civil.

Como es sabido, la miseria intelectual que en España suple al debate político, cotidiana sopa boba cocinada a base proclamas atrabiliarias y demagogia garbancera, encuentra su cenit en los periodos de celo electoral. Es entonces cuando se desarrolla en todo su esplendor el concurso de lanzamiento de carnaza retórica a las plebes audiovisuales. Y esta vez no iba a ser menos. Así, que los beneficiarios andaluces del PER se lo gastan en vino peleón, acaba de proclamar con un mohín de asquito el más ilustre inquilino del Palace, ese afamado estajanovista que responde por Duran Lleida. Si bien al modo zafio, Duran no ha hecho más que repetir en público lo que tantos afirman en privado. Una actitud, la suya, que hasta hubiera sido valiente si no viniese de quien viene.

Y es que, después de haber confundido a Javier de la Rosa con Steve Jobs, uno resta inhabilitado de por vida para impartir magisterio sobre ética civil. Ni sobre nada. En fin, igual ha dado en sentenciar Duran que él está contra la "cultura del subsidio". Un repudio que, de demostrarse sincero, lo abocaría a dos renuncias fulminantes. Ipso facto, debiera dimitir de todos sus cargos en CiU. Acto seguido, tendría que abdicar de la condición misma de catalán. Un trámite que, siendo de Huesca, acaso no le resultaría en exceso arduo. Aunque difícil veo que Duran deje de dirigir el cuadro de actores que representa en escena a la célebre burguesía catalana, ficción teatral que todavía consigue deslumbrar a algunos ingenuos de la Meseta.

Esos mismos que, cuando se topan con los restos de una clase que alguna vez se quiso dirigente, suelen referirse a "un importante empresario catalán". Contradictio in terminis donde las haya. Pues no queda nadie que reúna los tres atributos en su persona. Hoy, si un empresario es importante, seguro que no es catalán. Y si es catalán, seguro que no es importante. A lo sumo, perviven algunos medianos industriales perfectamente irrelevantes. Amén de otros tantos ejecutivos que nada pintan en las decisiones estratégicas de las multinacionales que les pagan un sueldo. Y fuera de eso, las peonás de la construcción nacional. Los mil y un sucedáneos identitarios del PER. Eso sí, regados todos con Aromas de Montserrat.

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