Ni Artur Mas ni sus socios parlamentarios de la Esquerra resultan ser nazis. Bien al contrario, ejercen de nacionalistas catalanes y se conducen en todo momento como nacionalistas catalanes. Porque no es nazi, sino genuinamente catalanista, esa pedagogía del odio institucionalizado que ha convertido España y lo español en el enemigo externo contra el que cualquier exceso parece permitido. Igual que tributario del más ortodoxo nacionalismo catalán, que no del nazismo, resulta el descrédito del Estado de Derecho inducido desde la misma Presidencia de la Generalitat, máxima representación del Estado en la plaza. Y tampoco bebe del nazismo, sino de la tradición local, el recurso a la movilización callejera en tanto que instancia legitimadora por encima –y al margen– del orden legal. ¿Nacional-socialismo germánico? Qué va, nacionalismo catalán en estado puro.
Al igual, por cierto, que la tipificación de la discrepancia frente al discurso identitario como una suerte de quintacolumnismo acreedor de justo escarmiento público. O esa escenografía obsesiva, omnipresente liturgia onanista plagada de himnos, mástiles y banderas por todas partes. No, claro que no son nazis, pero cómo ignorar el parentesco con el paisaje moral y urbano del Berlín de los años treinta. Por lo demás, tampoco los comisarios del CAC y los guionistas de TV3 prestan sus servicios a la causa bajo un retrato de Goebbels. Y sin embargo, tanto los silencios cómplices de los unos como los exquisitos eufemismos de los otros invocan su memoria sin cesar. Repárese al respecto en la hagiografía de los terroristas de Terra Lliure que no ha tanto emitió la televisión nacionalista. Ni el más aventajado discípulo de Goebbels hubiese mejorado la faena.
Así, a decir de TV3, los comandos de Terra Lliure estaban integrados por asépticos activistas que solo se vieron envueltos en doscientas "acciones armadas". Como el activista Josep Serra, que, ante la complaciente mirada del director del documental, explicaría como sigue la acción sobre Jiménez Losantos:
En un determinado momento las cosas se tienen que parar y, por tanto, hacía falta un cierto nivel de violencia respecto a esa gente, entre otras cosas porque nada más entienden ese lenguaje.
Reténgase la estudiada elección de los tiempos verbales por parte del activista Serra. "Las cosas se tienen que parar", "solo entienden ese lenguaje". Todo en presente, un aviso a navegantes. Y por si aún quedaran dudas entra la audiencia, otro respetable activista, Jaume Fernández Calvet, aclaraba acto seguido que la "acción" sobre Losantos se redujo a una "detención" seguida del "posterior escarmiento". Y el CAC, mudo. No, no son nazis. Pero lo parecen tanto…