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José García Domínguez

Au revoir Merkozy

Festejemos el derribo por demolición de 'Merkozy', ese acrónimo de la miopía cortoplacista y la mezquindad provincial. Porque, contra lo que prescribe la Ley Murphy, nada en Europa será empeorable a partir de hoy.

Que alguien que ha mantenido una actitud tan miserable hacia España vaya a ser desalojado del Eliseo solo podía ser motivo de gozo. He ahí un acto de justicia poética que nuestros papanatas locales, aún fascinados con el glamour hortera de Sarko y señora, parecen no entender. Y es que ese pequeño Judas testó contra nosotros el neomercantilismo retórico, la novísima política para dañar al vecino en tiempos de desarme arancelario y moneda apátrida. Su navajazo por la espalda a la prima de riesgo fue unos de esos delitos de lesa lealtad que no debieran prescribir. Celebremos pues que esta noche Carla haya de compartir sábanas y llanto con un triste prejubilado.

Y, ya puestos, festejemos igual el derribo por demolición de Merkozy, ese acrónimo de la miopía cortoplacista y la mezquindad provincial. Porque, contra lo que prescribe la Ley Murphy, nada en Europa será empeorable a partir de hoy. Al modo de Sancho Panza y su ascendiente cierto sobre el Quijote, Francia, pese a su declinar, aún resulta decisiva para el destino de la UE. Mejor que en ninguna parte, lo saben en Berlín. Como Castilla hizo España, Alemania está llamada a alumbrar Europa. Es su misión histórica, el imperativo categórico que no puede eludir. Una misión demasiado grande, ¡ay!, para una gobernante tan alicorta como Merkel. Por ella, Alemania, un recién llegado al muy exclusivo club de los elegidos, no termina de atreverse con el papel que le corresponde.

Supo hacerlo la Inglaterra victoriana en su día. Y después, los Estados Unidos, una hiperpotencia consciente desde el principio de que el poder hegemónico conlleva costes. Cargas muchas veces pesadas ante las que ha sabido conducirse con generosidad. No por altruismo alguno, sino por un inteligente egoísmo que acierta a prestar atención al largo plazo. ¿Qué fue, si no, el Plan Marshall más que una prueba de esa lucidez? Así las cosas, con una Francia renuente al status de florero que Sarkozy asumió de grado, Merkel habrá de reconsiderar su empecinamiento con los ajustes fiscales que ahora mismo estrangulan al Sur. Esta Unión Europea construida con los pies ha generado no un poder limitado sino un poder débil. Una tara institucional que solo puede conducirnos al despotismo. De París depende que no suceda. Aleluya, vamos a ganar.

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