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José García Domínguez

Alicia Croft

¿Por qué no incluir entre el surtido de víctimas a masacrar por la señora Camacho a cuantos alguna vez hubieran votado al PP? A fin de cuentas, Alicia Croft es la única candidata en liza que postula el programa máximo del nacionalismo catalán.

Ignoro en qué sanatorio o residencia de reposo habrá reclutado el Partido Popular a los internos que han ideado el juego en que la señora Sánchez Camacho extermina inmigrantes con un furor que haría palidecer de envidia al general Custer. No obstante, y ya que se anuncia una nueva versión de ese sucedáneo catalán de La matanza de Texas, permítaseme una modesta proposición. ¿Por qué no incluir entre el surtido de víctimas a masacrar por la señora Camacho a cuantos alguna vez hubieran votado al PP? A fin de cuentas, Alicia Croft es la única candidata en liza que postula el programa máximo del nacionalismo catalán. Algo que ni tan siquiera la Esquerra osa propugnar a corto plazo.

Y es que nadie habrá cooperado tanto a legitimar los fundamentos intelectuales, morales y patológicos del catalanismo político como la artillera de Rajoy. Una hazaña histórica, ésa suya, que tiene nombre y apellido: contrato de integración. Lo que jamás se les ocurrió maquinar a Pujol, Maragall o Puigcercós con tal de que los disidentes emprendiésemos el exilio de una vez, acaba de ponerlo por escrito el PP. Así, la famosa integración, simple cantinela tediosa en boca de los nanonacionalistas, sería elevada a imperativo legal en la distopía marianista. Que los inmigrantes habrán de "trabajar activamente por su integración", signifique ello lo que signifique, ordena, expeditiva, una de las cláusulas, y no la más peregrina por cierto, del contrato.

¿Qué será, pues, de los indígenas que llevamos toda una vida trabajando activamente por la segregación? ¿Qué planes albergará doña Alicia para los que no somos del Barça; insolentes, persistimos en hablar castellano; abjuramos de la impostada fraternidad gregaria del calçot a la brasa; observamos con cristiana compasión a los castellers, y no podemos eludir un bostezo ante esa danza tediosa, la llamada sardana? ¿Qué castigo nos esperará? ¿También seremos fulminados con un trabuco de rayos cósmicos al modo de los sin papeles? ¿O nos internarán un algún campo de reeducación integral en integracionismo? Y en ese caso, ¿compartiremos celda con los directivos japoneses de la Nissan que se nieguen a estudiar catalán, tal como prescribe la estupefaciente cláusula tercera del contrato, o habitaremos en módulos aislados? Suerte que ganarán los independentistas.

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