Parece que los periodistas domésticos presentes en el debate de TV3, unánimes, prorrumpieron en una cerrada ovación a Artur Mas cuando dio en increpar al candidato de Ciudadanos, tildándolo de "maleducado". Un testimonio de inquebrantable adhesión al mando que viene a corroborar la vigencia de la psicología de Pávlov más allá del ámbito estrictamente canino. Por cierto, la ordinariez de Rivera llegaría al extremo de mentar el desfalco del Palau. Vulgaridad a la que tanto ese antiguo empleado de Prenafeta que responde por Mas como el cesante don José darían la callada por respuesta. Y es que muñidores de informes sobre las codornices japonesas, veteranos promotores de la candidatura de Javier de la Rosa al olimpo de los empresarios ejemplares, aventajados discípulos del filántropo Josep Maria Sala, y atildados costaleros de la Cofradía del Tres por Ciento, todos, juntos y revueltos, han convenido obviar el asunto Millet durante la campaña.
"Això no toca", que diría Pujol. Con exquisita elegancia, pues, nadie ha incurrido en salidas de tono, como la de inquirir por los seis millones de euros ingresados en las arcas de Convergència, vía Palau de la Música, por la empresa concesionaria de la Línea 9 del Metro. Igual que nadie parece extrañarse ante las peculiares amistades que cultiva Àngel Colom, el antiguo seminarista, hoy monaguillo en nómina de CiU, que fundara junto a Pilar Rahora el difunto Partit per la Independència. "Fui a ver al señor Millet porque unos amigos me dijeron que era un mecenas. Y él me pagó porque me avalaba mi trayectoria nacionalista", depondría el angelito ante la comisión parlamentaria del caso.
Así de sencillo. Millet, viendo que el chico era un buen patriota, le regaló un talón al portador que cubría todas las deudas impagadas de aquel chiringuito, el PI. Es lástima que la concejal Itziar González no gastara un alma tan cándida como la del patriota Colom. Millet, pedagógico, le explicó que había que recalificar un solar, por lo del hotel. Sus compañeros del Ayuntamiento de Barcelona se lo volvieron a explicar. Era muy sencillo, solo tenía que firmar un papel. Apenas eso. Pero no lo entendía. Ahora ya no es concejal: el PSC se ha deshecho de ella. No obstante, continúa llevando escolta: todavía hoy está amenazada de muerte. Y el servicio, batiendo palmas.