Mariano Rajoy está contento con el comunicado de ETA. Aunque la felicidad no es completa porque la banda no se disuelve, pone fin a su actividad terrorista, ya que el "cese definitivo" se hace "sin condiciones". Mariano Rajoy no está contento con la manifestación de este sábado en Madrid porque desvía la atención sobre el gran argumento de Rajoy para recoger la papeleta de millones de votantes que, de otro modo, no darían ese paso, y que se refiere a los cinco millones de parados. No sólo no está contento, sino que su partido no lo respalda. Rajoy hace así un cálculo político: si tomase la posición de Aznar sobre este asunto, perdería un millón de votos. Si se pone de perfil y le resta importancia al asunto, perderá, pongamos, 300.000, que recalarán en el partido de Álvarez Cascos o en UPyD.
Pero ahora saca la versión preliminar de su programa de gobierno. Promete no negociar con terroristas. Bien está. Porque si algo ha quedado claro en todo este asunto es que Rajoy estaba en el ajo del anuncio propagandístico de ETA. Y que su único interés es que no le embistan como el último obstáculo para la paz. La paz, que en el diccionario de ETA se describe con la consecución de sus propios objetivos.
El resto del programa incluye propuestas razonables, como favorecer fiscalmente el ahorro a largo plazo. Pero no es suficiente. Propone el fomento del bilingüismo o del trilingüismo donde haya otra lengua oficial, como si lo importante de la educación fuera cerrar las academias de idiomas. Pero ni una palabra de fomentar el derecho de los padres a elegir la educación que quieren para los hijos. Propone mejorar la gestión informática del sistema judicial. Bienvenido sea. Pero ¿dónde quedó la idea de hacer vitalicios los cargos del Tribunal Constitucional? ¿Qué hay que vaya en el sentido de regenerar la democracia española?
No me cabe duda de que un gobierno de Mariano Rajoy sería mejor que uno del PSOE en la gestión económica. Pero la crisis de España va más allá del lacerante problema del desempleo. Necesitamos una reforma de nuestra maltrecha democracia y un modelo de sociedad que se emancipe de los dictados de la política y nos permita ser libres y responsables de nuestras propias vidas. Es cierto que Rajoy no haría de la división de los españoles su estrategia política. Pero no es suficiente. Ni eso ni el sucedáneo que ha presentado como programa. No es ya que Rajoy prefiera no defender un programa ilusionante, sino que cuando tiene la oportunidad de posicionarse con claridad en las cuestiones importantes, como el falso abandono de las armas por parte de ETA, mira hacia otro lado. El hastío y las ansias de cambio no son argumentos suficientes para ganarse el voto de los españoles. Si gana prometiendo nada, nada será lo que haga al frente del Gobierno.