Próximo como está el resultado electoral en Cataluña, el espectáculo que está dando la campaña no puede ser más lamentable. Y no me refiero sólo al ridículo autoinfligido de Montilla o el racismo por puntos de Mas. Los nacionalistas, con la soltura y el desparpajo que otorga la protección institucional, han llevado de nuevo a la práctica sus ideas con amenazas y llamamientos a nuevos pogroms contra el Partido Popular en Tortosa. El último domingo de campaña, el PP ha convocado a los medios de comunicación en Cataluña para informar del asunto. Y, ¿saben qué? No ha ido ni uno.
El nacionalismo es una ideología de poder, que lo supedita todo a la contribución a un ideal colectivista, inasible; la construcción nacional. Es una llamada a nuestros atávicos sentimientos tribales y a la compulsión de la pertenencia a un grupo que supera al individuo, y lleva al enfrentamiento nosotros-ellos. Para esa ideología el libre ejercicio de los derechos resulta en muchas ocasiones molesto, entorpecedor, y al final "intolerable". Donde triunfa el nacionalismo, el papel de las personas con derechos básicos, lo que conocemos como ciudadanos, queda supeditado al tótem de la construcción nacional. En Cataluña ese nacionalismo se ha desarrollado sin oposición, ha ocupado el poder y desde él ha infiltrado todos los aspectos de la vida antes ciudadana. Los medios de comunicación, que están para contar lo-que-pasa, llegan al extremo de huir de la noticia, como ha pasado el domingo en Tortosa.
Un grupo de intelectuales, alertados ante el secuestro de las libertades de los catalanes en nombre de la Nación, ha reaccionado (tarde) bajo el significativo nombre de Ciudadanos de Cataluña. Aportaron el análisis y las ideas y tuvieron el valor de enfrentarse con ellas al nacionalismo. Luego les ha llegado el turno a los políticos, que quieren insertar estas ideas en las instituciones. El uno de noviembre es el turno de los votantes.
Mientras la dirección del PP lucha por convertir a ese partido en un CiU-sin-echarse-al-monte, Ciudadanos habla claramente de la libertad y de los derechos de los catalanes, señala sin ambages las heridas de la enfermedad nacionalista de Cataluña y ha creado un discurso que rompe frente por frente la silenciosa dictadura que se ha ido creando en ese rincón de España. Cataluña y el resto de España necesitan de esa voz y considero que los votantes deben dársela. Siento que me hayan dejado sin candidato en Madrid, pero les agradezco como ciudadano que hayan puesto en marcha la iniciativa política más valiosa de los últimos años.