A estas alturas de la farsa pública hispana, donde ya se tiene muy claro que el marianismo pepero es la continuación del zapaterismo por otros modos, el socialismo de un tal Snchz funciona como el brazo político del asamblearismo comunistoide de Podemos, la formación UPyD se rebela como una hijuela izquierdosa fruto del personalismo de Rosa Díez y el renovado Vox tiene buenas intenciones pero escaso fuelle; la única alternativa sólida que queda para poner orden y razón a este tinglado de taifas y expolio es Ciudadanos.
Este joven partido está demostrando un músculo político en Cataluña digno de admiración y alabanza, que puede y debe extender a toda España. Sólo hace falta seguir las intervenciones y actuaciones de sus parlamentarios (Carina Mejías, Carmen Pérez, José Manuel Villegas, Inés Arrimadas, entre otros) para darse cuenta de que hay una nueva forma de hacer política. Creen firmemente en el modelo democrático-liberal y lo llevan a sus últimas consecuencias al demostrar su valentía ante el poder sectario, arrogante y totalitario del nacionalismo catalán. No se arrugan ante el delirio politiquero de Mas y sus secuaces y luchan por devolver la racionalidad a la política.
Una clara muestra de su probidad tuvo lugar el día 27 de noviembre, cuando el diputado por Ciudadanos Carlos Carrizosa preguntó en una comisión parlamentaria por la "banalización del nazismo" que se produjo en un programa de TV3 donde se mostraba una Cataluña bajo la férula del nacionalsocialismo y se caracterizó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como el genocida Adolf Hitler. La infame respuesta del responsable del medio afectísimo al régimen nacionalista fue que Carrizosa no tenía sentido del humor.
Otra vez tuvo que ser un parlamentario de Ciudadanos quien denunciase por enésima vez la burda manipulación y el cínico adoctrinamiento de la sociedad catalana por parte de la casta nacionalista, porque ningún otro partido lucha por las libertades y la concordia como la formación liderada por Alberto Rivera. Por eso es tan necesario en el resto de España; aunque sus dirigentes deben saber muy bien lo que eligen para su proyecto, porque se les pueden colar un montón de socialdemócratas de todos los partidos y, con ello, dar al traste con la única alternativa que puede aliviar tanta mentira y descontrol.