El conocido anarquista José Antonio Zarzalejos, ex director de ABC, periódico tradicionalmente conservador y monárquico pero que bajo su vara fue como se sabe un órgano del Pueblo, dice ahora en una entrevista que los de la "derecha dura" le tendieron una encerrona para echarle del periódico de malas maneras, con la excusa de que con él no vendían una escoba.
Lo expulsaron nada menos que a él, que ya había contactado conLa liana roja, el folleto para la lucha que sacan los del Frente Zapatista de la selva de Chiapas –hecho con papel sostenible ecológicamente–, para publicar ediciones conjuntas con la más antigua cabecera de Madrid, todos hacia el progreso final. Los domingos, según se descubrió en los cajones de la mesa de Zarzalejos después de que en el periódico le pidieran que cerrara la puerta por fuera, se iba a repartir elABCpero sin grapa, porque los compañeros antiglobalizadores de Attac le habían dicho que no es biodegradable y que los del Foro de Davos y los del Protocolo de Kioto se quejaban. ¡Qué gran agitador se ha perdido el proletariado, de haberlo sabido!Mi conocimiento personal de este gigante incomprendido del pensamiento retorcido se limita a una brevísima conversación o más bien monólogo telefónico ya al final de mis colaboraciones enABC , donde me daba una bienvenida que ya no recuerdo si fue inmediatamente anterior o incluso posterior a mi expulsión. Escuché como una mancha de aceite reutilizado borboteando al otro lado de la línea y, de repente, noté en la habitación un extraño olor a cerrado y sacristía. Colgué preguntándome sobre los caminos tan raros que escogían los nuevos discípulos de Robespierre para dirigir lo que yo hubiese jurado, así a simple vista, que era un diario para gente de orden.
Antes de acceder al "cyclostil" de la Revolución clandestina, antiguamente sito en la calle Serrano, hoy avenida de América, Zarzalejos escribía para el grupoCorreo, luegoVocento, una sección que titulaba "el rumbo". Creíamos todos que nos llevaba en singladura hacia Wall Street, pero qué equivocados estábamos, incluyendo sus jefes. En realidad pretendía un golpe de timón de última hora a la altura de la residencia veraniega de los Kenneddy en Hyannis Port, para torcer insospechadamente hacia el sur con destino a Cuba, tal vez Venezuela, quizás Argentina, do lo reclamara el foquismo guevarista que llevaba bajo el esplendor de limpiaplatas "netol" de su cráneo, que en Vocento tenían por privilegiado.
La verdad es que, como chico "superpop" de póster y camiseta, el Ché era algo más guapo.