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José Antonio Martínez-Abarca

Zapatero no nos ve

"Zapatero tiene la mirada limpia", ha dicho Gallardón en la presentación de un libro de fotos. Sí, tan limpia como una casa embargada, como una botella conteniendo un litro de cielo, como un anuncio de compresas.

El alcalde madrileño Gallardón ha descubierto, tras casi diez años desde que Zapatero ganó la secretaría general del PSOE y dos legislaturas como presidente del Gobierno, tropocientos millones de carteles electorales socialistas, varios miles de telediarios instruidos y algunas coincidencias de líderes a escala planetaria, que éste tiene los ojos de color azul delicuescente. "Zapatero tiene la mirada limpia", ha dicho en la presentación de un libro de fotos. Sí, tan limpia como una casa embargada, como una botella conteniendo un litro de cielo, como un anuncio de compresas.

¿En qué zulo ha estado metido todo este tiempo Gallardón, sin poder mirar ni qué cara tiene Zapatero? O a lo mejor es que Zapatero no siempre ha sido así, y eso de tener los ojos azules es como lo de ser negro. Ya lo dijo aquel boxeador: "yo una vez fui negro, cuando era pobre". Tal vez Zapatero tuvo una vez los ojos negros, cuando no tenía el poder y se limitaba a apretar en el Congreso el botón que le decían, pero cualquiera se sienta a comprobarlo en internet, ahora que estoy levantado escribiendo y tratando de huir precisamente de internet y de la demasiada información (la demasiada información estropea los artículos). Según Gallardón, tanto Zapatero como él mismo son "transparentes". Pero no tengo tan claro, ni tan azul, que Gallardón haya dicho lo de la limpieza de la mirada del presidente del Gobierno como un elogio. Ni tampoco lo de su supuesta transparencia, la de él, de Gallardón, que por supuesto no hay tal.

En realidad, la claridad de la mirada de Zapatero le ha servido a Gallardón, que la tiene decididamente esquinada (al soslayo, de ésas con las que se requiere la espada, va y no hay nada, y vuelve y de nuevo no hay nada) para llamarle algo muy parecido a iluminado. "A lo mejor es que no nos ve o que ve otras cosas que sólo él vislumbra". De lumbre. La que arde extinta como el faro de Alejandría al fondo del cerebelo de Rodríguez Zapatero, ese señor de mirada tan prístina y desamueblada que es posible mirarle a la cara y estar enfrentándote directamente con su cogote, sin tropezar con asimilación alguna que estorbe. Lo que sería interesante es saber a dónde ha querido llegar el alcalde con la que él cree su propia transparencia, si ironiza de ese modo tan cruel con la del presidente del Gobierno.

Zapatero tiene mirada de estar viendo Irlanda desde el promontorio de Finisterre en un día claro, un mito celta que, como todos los mitos, para el presidente del Gobierno es la única realidad mensurable. Ojos de estar oteando siempre en lontananza en busca del rayo verde, el último del crepúsculo, sin atender a los asuntos concretos ni a su época concreta ni a su planeta concreto, ni por supuesto a la situación económica concreta. "A lo mejor es que no nos ve", dice Gallardón. Que no le quepa duda al "transparente" de que en efecto no nos ve. Sólo alguien así puede anunciar para el viernes de esta semana, con carácter de urgencia, una Ley de Economía Sostenible "y Comprometida" (añadió luego el propio presidente, quien cree que los estados de ánimo pueden aparecer en el BOE) que, pretendiendo cambiar la estructura productiva actual, no por otra estructura, sino por el poder del pensamiento positivo, no se dirige a los ciudadanos de hoy,
sino a los de dentro de cincuenta años. ¿Qué más da si los ciudadanos van a querer comer no dentro de cincuenta años sino el mismo lunes por la mañana?

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