El famoso Pulpo Paul ha muerto seguramente de la profunda impresión causada por no poder elegir, para comer, ningún mejillón dentro de alguna casilla con una pegatina que pusiera "próxima salida a la crisis de España". Porque no se sabe dónde está actualmente esa casilla, ni nadie la ha visto. Al pulpo Paul, estos días le debieron dar a elegir entre dos mejillones más tóxicos que los activos de Caja Castilla-La Mancha. Entre un mejillón que pusiera como leyenda, en alemán (para que la entendiese bien), "próxima quiebra total de España" y el otro que sólo rezara "extinción del país que ganó el Mundial". No ha podido superarlo: su suerte iba unida inextricablemente a la de su país favorito. El pulpo Paul ha muerto a los tres años a una edad prematura para los pulpos, ya que pueden durar hasta los cuatro. En la extinción del pulpo Paul, como en su existencia, hay también una especie de augurio.
El dramaturgo, alquímico y esquizofrénico August Strindberg, en lo más deprimente de su Inferno, veía señales divinas de la suerte que le deparaba la Providencia si una mañana salía a pasear y veía en su camino una piedrecilla tallada de determinada forma, unas ramitas dispuestas en alguna composición casual o un pájaro muerto. Yo también veo señales raras de nuestro Destino en el pulpo muerto que me he encontrado esta mañana al abrir este periódico digital, sólo que en esta España la esquizofrenia es una rama de la gestión administrativa. Dice Rubalcaba que la crisis económica no será el único factor que dirima las próximas elecciones. No: también habrá que contar desde luego el factor del pulpo adivino que ahora se nos ha ido, algo indeterminado, misterioso, desde luego acientífico y preternatural, pero incontrovertible y demoledor. El pulpo ha elegido una vez más y probablemente ha vuelto a acertar, por el procedimiento de morirse. Después de saber el fin de Paul, me temo que el actual sistema político español, no sólo este Gobierno al que llaman "nuevo", hiede a más distancia que el cadáver de Felipe "El Hermoso" acarreado por los campos de Castilla, y el que venía siendo nuestro pequeño benefactor del acuario de Oberhausen, ante lo que nos espera, no ha querido saber nada.
Según la consultora británica Lombard Street Research y algunos otros observadores, el agujero español es mucho más hondo de lo declarado, porque cuando nuestro Gobierno llegó al fondo se puso además resueltamente a cavar. La caída de nuestro PIB sería así diez puntos superior a lo que se dice, según documentos a los que sin duda tenía acceso el pulpo Paul, que a estas horas ya se ha comido su último mejillón bajo bandera española. Con razón el acuario alemán que lo albergaba no accedió, este último verano, a venderlo a los comerciantes gallegos del pulpo "a feira", atendiendo a razones de salud del octópodo. Sabían que lo del pulpo sería ver España y morir. No ha hecho falta ni que viniese para tan fatal desenlace. Con haber adivinado lo que nos va a ocurrir a los españoles hasta las próximas elecciones generales ha sido bastante.
José Antonio Martínez-Abarca
Última predicción del pulpo
Entre un mejillón que pusiera como leyenda "próxima quiebra total de España" y el otro que sólo rezara "extinción del país que ganó el Mundial", no ha podido superarlo: su suerte iba unida inextricablemente a la de su país favorito.
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