El estilo electoral del PSOE y de su entorno es uno de los más hirientes que existen entre los partidos de gobierno de las democracias europeas. Junto a eslóganes y estilos eficaces y respetables, destilan algunos elementos que son propios de otros ámbitos, como el de la competencia comercial agresiva, o de grupúsculos marginales de la política continental. Un repaso a las últimas campañas y un vistazo a declaraciones, artículos y viñetas de su prensa de cabecera proporcionan una idea más o menos clara del universo mental de los socialistas.
El propósito de su propaganda es mostrar siempre la comparativa; es decir, no se trata tanto de predicar las excelencias del PSOE –que a veces se venden peor que un frigorífico a un esquimal–, sino de denigrar al PP con una batería de imágenes y palabras, para, a continuación, señalar al contrario, al buen socialista. Esto no tendría la más mínima relevancia si no fuera porque esas imágenes y esas palabras convierten al adversario –el otro, en una democracia– en enemigo –el mal que hay que derrotar de una vez por todas. Además, los socialistas sólo llevan a cabo este tipo de campañas cuando compiten con el PP, pero no lo hacen a nivel autonómico para oponerse a un partido nacionalista o regionalista. Esto genera un problema para el funcionamiento normal de una democracia.
Los elementos de la campaña electoral del PSOE a los que me refería, y que lo separan de opciones políticas europeas de gobierno, son los siguientes. El primero de ellos es el viejo recurso a los estereotipos, que han sido muy utilizados en la historia contemporánea por los radicales de un signo u otro para acercar mensajes políticos excluyentes y totalitarios a la gente común. Los socialistas los han usado profusamente, sobre todo desde 1996, cuando la posibilidad de que la derecha ganara las elecciones comenzó a ser importante.
El truco es sencillo: vinculan a la "derechona" con imágenes y discursos punibles desde un punto de vista tanto social como legal. La conclusión es que la persona de derechas se automargina de la sociedad y de la ley debido a que no vive con el sino de su tiempo. González Casanova, catedrático vinculado a las ideas de izquierdas, declaraba recientemente que la única "derecha civilizada" que hay en España está en el PSOE. Es decir; la civilización en España corresponde al socialismo, a sus planteamientos, actuaciones y mentalidad. Maruja Torres se preguntaba en El País : "¿Por qué tenemos una oposición tan tonta?"; porque ser de derechas –que es un espectro bastante plural– es cosa de tontos. Diez millones de incivilizados y tontos, a los que la propaganda electoral del PSOE, además, equipara con tipos humanos punibles: xenófobos, homófobos, integristas...
Tras esto, el otro elemento peligroso: la identificación partidista de la democracia. La idea es propagar que el sistema democrático es aquel en el que gobierna la izquierda. Por tanto, ser demócrata es ser del PSOE o de izquierdas, o al menos actuar y pensar como si uno lo fuera; el resto tiene derecho a pensar lo que quiera (de momento), pero no a expresarlo y, por supuesto, no es demócrata. La derecha, en consecuencia, no pasa de ser una invitada lampedusiana en la democracia.
Hay cosas con las que no se atreven (al menos de forma masiva), como es la vida sexual y sentimental de los contrincantes políticos (salvo en el caso de Miguel Sebastián, que sí lo hizo). Posiblemente se deba a que el tener una sexualidad plural chocaría con el estereotipo ultraconservador que proyectan del enemigo, dándole al señalado un toque pretendidamente "moderno".
En fin, que una de las ventajas de las democracias es la de ofrecer la posibilidad de dirimir los conflictos políticos y cambiar los gobiernos sin recurrir a la violencia, incluida la verbal; de ahí que al otro partido gubernamental, el mismo que posiblemente ocupe tarde o temprano el poder, se le trata como a unadversario, no como a unenemigo. Porque la democracia no son sólo unas normas, sino también unas pautas y una conducta; un espíritu, en definitiva, que ya debería haber calado totalmente en quien ha ocupado el poder tantos años desde 1982, así como en su entorno mediático.