Los historiadores ultracatalanistas han tratado de ocultar los vínculos del nacionalismo catalán con el fascismo en el primer tercio del siglo XX. Sin embargo, existieron en algunos grupos, y de forma señalada entre 1931 y 1936.
La gran mayoría del catalanismo interpretó la de 1914 como una "guerra de les nacions" –en palabras de Rovira i Virgili–; una cruzada para liberar a las pequeñas naciones y reconocer el derecho de autodeterminación. Era el principio de las nacionalidades en su máxima expresión. La Lliga de Cambó, a través de Joan Estelrich y su organización Expansió Catalana, buscó la relación con los nacionalistas alemanes contrarios a la República de Weimar. No obstante, el modelo, en gran parte, fue el fascista italiano. Cambó publicó Entorn del feixisme italià en 1924 y Les dictadures en 1929. En ambos consideraba el fascismo como un modelo del que se podían sacar lecciones para salir de la crisis política: un Ejecutivo fuerte y un partido-movimiento nacional.
Fue Esquerra Republicana de Catalunya la que plasmó la idea del partido único. Nació en marzo de 1931 como federación de grupos dispares, desde los separatistas de Estat Català a federalistas y autonomistas. La victoria electoral de ERC en abril de 1931 permitió a Macià proclamar la "República Catalana en la Federación Ibérica". Sin embargo, los catalanistas habían estado en el Pacto de San Sebastián en 1930, por lo que se sintieron comprometidos con el nuevo régimen. Pasados tres días, Macià retiraba la República catalana a cambio de un estatuto de autogobierno.
La movilización para el Estatut fue enorme, tanto popular como institucionalmente hablando, y culminó con el referéndum de aprobación de agosto de 1931. La exaltación política llegó a puntos muy actuales: el debate en las Cortes y el recorte del Estatut se vieron en Cataluña como un ataque a su identidad y voluntad.
Se alimentó así al catalanismo exagerado, donde Macià parecía un españolista que no había sostenido la República catalana. Aparecieron Nosaltres Sols! y el Partit Nacionalista Catalá (PNC), influidos por el modelo nacionalista puro de táctica insurreccional del irlandés Sinn Féin ("Nosotros solos"). En este ambiente surgieron las Joventuts d’Esquerra Republicana-Estat Català, las Jerec, dirigidas por Josep Dencàs y Miquel Badia.
Las Jerec, los escamots, asumieron una parafernalia y una simbología fascistas. Encuadraban a hombres y mujeres de manera militar, uniformados con una camisa verde oliva, y los hacían patrullar y desfilar. Los escamots, disciplinados y jerarquizados, organizaban peleas, muchas veces armados con fusiles y pistolas, contra los anarquistas de la CNT y la FAI, a los que consideraban un "exèrcit d’ocupació", en palabras de Battestini, diputado de Esquerra en Madrid. Y es que buena parte del anarquismo en Cataluña estaba compuesto por inmigrantes.
Las Juventudes de Esquerra, como si fueran las SA nazis, asaltaron la redacción del diario satírico Be Negre, que los criticaba, detenían a los anarquistas portando placas policiales –Badía dirigía la Comisaría de Orden Público– y actuaron de esquiroles en la huelga de tranvías. Las Jerec tenían un discurso nacionalista y populista apoyado en un sentido organicista de la democracia al estilo corporativo italiano y la dialéctica de la violencia.
El dirigente nazi K. Corff visitó Barcelona en 1932 para hacer propaganda. Fue entrevistado por La Nació Catalana, órgano del PNC, y declaró que el partido nazi conocía que los catalanes eran racialmente diferentes a los españoles. Desde entonces hubo contactos de Nosaltres Sols! y el PNC con los nazis, y se defendió un pancatalanismo muy influido por los movimientos ultranacionalistas alemanes y enmarcado en una Confederació Occitana. Llegaron a decir que interesaba una guerra entre Francia y Alemania para que España se alineara con la primera y ellos con la segunda para conseguir así la independencia. Esa era, decían, "l’esperança d’una Catalunya lliure".
Nosaltres Sols! hablaba de la superioridad racial de los catalanes sobre los "africanos" españoles al modo científico que usaban los nazis: por no haberse contaminado con otras razas. En consecuencia, la inmigración española en Cataluña suponía un contagio del carácter "gandul y pro-africá espanyol". En realidad, se trataba de una adaptación de las teorías raciales del nacionalista Rossell i Vilar, que expuso en su libro La raça, de 1930.
En 1934 Companys se sumó a la deriva revolucionaria de socialistas y republicanos de izquierdas y quedó en manos de los separatistas de Esquerra. Nombró consejero de Gobernación a Dencàs, que se dedicó a preparar la insurrección. El 6 de octubre Dencàs anunció por radio que la Generalitat militarizaba Cataluña para prevenirse contra la FAI. A las dos de la tarde las fuerzas de Dencàs tomaron Barcelona, recorrieron los centros de trabajo llamando a la huelga y montaron ametralladoras y barricadas en las calles. Companys, mediando entre sus consejeros independistas y socialistas, proclamó a las 8 de la tarde el "Estat catalá en la República federal espanyola". Media hora después, Batet, capitán general de Cataluña, declaró el estado de guerra y cercó la Generalitat, donde tuvieron lugar los enfrentamientos armados. A las 6 y media capitularon Companys y sus consejeros, todos menos Dencàs, que huyó por las alcantarillas.
El grueso del nacionalismo catalán se decantó entonces por estrechar la alianza con el republicanismo de izquierdas y el socialismo, a quienes unía el enemigo común -la derecha- y la esperanza de recuperar el Estatut, suspendido en enero de 1935. Solo el grupo de Dencàs, vuelto del exilio, y su Estat Catalá, con Nosoltres Sols! y el PNC intentaron mantener el vínculo con un régimen nazi que, a la postre, les ignoró.