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Jesús Laínz

Podemos es el futuro, inevitablemente

Que el partido de la derecha vergonzante haya ganado por los pelos las últimas elecciones no impide que España sea un país sólidamente izquierdista.

Que el partido de la derecha vergonzante haya ganado por los pelos las últimas elecciones no impide que España sea un país sólidamente izquierdista.
Una asamblea de Podemos | EFE

No confundamos mayoría electoral con mayoría social. Y mucho menos aún con hegemonía ideológica. Pues el hecho de que el partido de la derecha vergonzante haya ganado por los pelos las últimas elecciones no impide que España sea un país sólidamente izquierdista.

Porque todo lo que, a lo largo de cuatro décadas de régimen democrático, ha ido creando la base ideológica común a todos los partidos y mamada imperceptiblemente por todos los ciudadanos ha sido esencialmente izquierdista. La cultura, la educación, el cine, la música, la televisión, todo, casi sin excepción, ha ido configurando una concepción del hombre y de la sociedad que, se sea consciente o no, orienta las simpatías políticas hacia las opciones de izquierda. Muy claramente acaba de proclamarlo Íñigo Errejón: “Somos la fuerza que culturalmente dirige el destino de España. Vamos a heredar este país”. Tiene toda la razón.

Los actuales dirigentes y votantes de Podemos son el producto intelectual de los gobiernos de Felipe González y el producto sentimental de los de Zapatero. Por ejemplo, la educación que ha condenado a las dos últimas generaciones a un bochornoso analfabetismo funcional es una creación felipista. El antinatural igualitarismo, esa pervertida obsesión por imponer la igualdad en el punto de llegada en vez de facilitarla en el de salida, ya fue intuido por Miguel Delibes cuando en 1978 puso en boca de los izquierdistas enviados a redimir al señor Cayo: “Si el Partido quiere ganarse a la juventud, tendrá que acabar con los exámenes. El primero que levante esa bandera se los lleva de calle”. Efectivamente, eso fue lo que hizo la izquierda, y la derecha ni supo ni quiso corregirlo.

Porque, como explicó el inalcanzable Chesterton, "el mundo moderno se divide entre conservadores y progresistas. La función de los progresistas es cometer errores. La de los conservadores, impedir que los errores sean corregidos". No es posible superar a los conservadores españoles en probar lo acertado de la sentencia chestertoniana. Porque, ¿qué medida de ingeniería social tomada por la izquierda ha sido discutida, combatida o contrarrestada por nuestra insuperablemente bobalicona y cobarde derecha? ¿El aborto? ¿La ideología de género? ¿El adoctrinamiento en las aulas? ¿La reescritura partidista de la historia? ¿El reavivamiento de enfrentamientos pasados? ¿El rechazo y cuestionamiento de la propia nación? ¿La complicidad con cualquier separatismo? ¿La cristianofobia? ¿La islamofilia? ¿La asfixiante corrección política? ¿La ingeniería lingüística?

Ni una coma de todo esto ha sido tocada jamás por una derecha perfectamente inútil y, en el fondo, tan socialdemócrata como el PSOE y Podemos. Esa inutilidad, además de perjudicar a la sociedad en su conjunto, se acaba pagando también en la urnas. Quizás alguno, tras las últimas elecciones, haya respirado con alivio, pero, añadiendo a la aplastante hegemonía ideológica, sentimental y simbólica izquierdista un poco más de parálisis derechista, un poco más de efecto Logse, un poco más de inaplicación del Estado de Derecho y un poco más de corrupción, de las urnas de Pandora acabará saliendo cualquier cosa.

Además, los dirigentes de la formación izquierdista destinada a tomar el relevo de un anquilosado y desprestigiado PSOE conocen muy bien a Gramsci, ése que los derechistas creen que es el delantero centro de la Juventus. Y saben muy bien lo que tienen entre manos. El mencionado Errejón acaba de explicarlo en un curso de verano de la Complutense: el inevitable éxito de Podemos radica en el “lento trabajo cultural” que acabará implantando su hegemonía ideológica en la sociedad española. ¿En qué consiste este lento trabajo cultural que, como ha declarado Errejón, “no se ve”?:

Son los miles de seminarios, son las charlas, son los materiales de formación, son los documentales, son las películas, son los libros, son los panfletos... Es un trabajo que no es tan inmediato como el combate mediático permanente que genera actualidad cada seis horas, que sedimenta más lentamente pero también está destinado a construir un sentido común diferente.

Y algunos párrafos más tarde, el ideólogo podemita, tras afirmar su convicción de que antes o después ganarán las elecciones, explicó que la tarea de su partido consistirá en trabajar “dentro de las instituciones contra el orden constituido”.

Nada extraordinario, francamente, pues al fin y al cabo se trata de lo mismo que llevan haciendo desde hace cuarenta años los separatistas vascos y catalanes con la inestimable colaboración tanto del PSOE como del Partido Popular.

No será este anarca juntaletras el que se escandalice ante la legítima exposición de los proyectos de los dirigentes de Podemos. Pero si todavía queda algún interesado en oponerse a dichos proyectos, que no diga después que nadie le avisó.

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