El lupus eritematoso es el prototipo de las enfermedades autoinmunes, caracterizadas por que el sistema inmunitario de una persona produce autoanticuerpos que atacan a las células del propio organismo en vez de protegerlas. Aunque sin duda es complicada una comparación entre el mundo de la fisiología y el de la política, no se me ocurre mejor manera de explicar la naturaleza ideológica de la izquierda española y su subsiguiente acción política.
Porque la característica esencial de la izquierda española, que la distingue del resto de las izquierdas europeas y probablemente mundiales, es el rechazo a su propia nación. El fenómeno podría encontrarse ya en Azaña y su desprecio por el pasado de España, hasta el punto de considerar: "Ninguna obra podemos fundar en las tradiciones españolas, sino en las categorías universales humanas". Incluso podrían encontrarse antecedentes en algunos representantes del progresismo decimonónico, pero no merece la pena irse tan lejos en el tiempo, dados los mil ejemplos que ha dado la izquierda en los últimos años y sigue dando hoy.
Podría recordarse, por ejemplo, la Declaración Socialista de Guernica, uno de los actos de mayor importancia simbólica celebrados por los socialistas en tiempos de la Transición. Aquel 10 de julio de 1977, presididos por Txiki Benegas, los parlamentarios socialistas de Cataluña, Galicia y Euskadi, recién elegidos en la primera cita con las urnas tras cuarenta años de régimen franquista, proclamaron que la soberanía nacional no reside en el pueblo español sino "en cada uno de nuestros pueblos" y concluyeron el acto con las siguientes exclamaciones "¡Viva Cataluña lliure!", "Gora Euskadi askatuta!", "¡Viva Galicia ceibe!", "¡Viva Galeuska!".
Su sucesor Patxi López inauguró su etapa al frente del socialismo vasco en un congreso en el que condenó "el rancio nacionalismo español", epíteto que nunca habría empleado para definir el nacionalismo vasco, modelo de frescura y modernidad. Por aquellas mismas fechas el poco sospechoso de simpatías proseparatistas Fernando Savater declaró, sin embargo, que "la idea de España" se la "sopla" y se la "suda" y que es "para fanáticos y semicuras".
Pero no hace falta acudir a las reflexiones de un filósofo, pues las reacciones espontáneas de dirigentes políticos como Tania Sánchez y Pablo Iglesias pueden mostrar inmejorablemente el rechazo hacia su propia nación y el placer que les provocan los males que la puedan aquejar. La primera definió la nacionalización de YPF como una "alegría para el pueblo argentino" y "un golpe merecido a los empresarios y al pueblo español". Por lo que se refiere a Iglesias, bien claro ha dejado que le "revienta" el nacionalismo español "mucho más que el vasco o el catalán", así como la intención de su partido de permitir la secesión de cualquier "nación" que quiera abandonar España.
Dado el sentir más profundo de los dirigentes de la izquierda ascendente, no es de extrañar que los separatistas vascos y catalanes estén agazapados esperando el resultado de las próximas elecciones, especialmente el de unas generales de las que se esperan grandes cambios en la composición parlamentaria que impedirán la formación de un gobierno sólido.
Sin necesidad de elaboradas investigaciones sociológicas, quizá no sea arriesgado augurar un gran éxito de Podemos en el País Vasco y Cataluña a costa de un buen porcentaje de votantes de las formaciones separatistas locales. El motivo es muy sencillo: una de las maneras más inteligentes y cómodas de ganar una guerra es procurando la desaparición del enemigo, sobre todo cuando se percibe la posibilidad de que éste se desintegre antes de presentar combate debido a la labor autodestructiva realizada desde dentro. "Cuando el enemigo se está equivocando, no le distraigamos", solía advertir Napoleón a sus mariscales.
Si yo fuera separatista votaría a Podemos, el modelo de última generación del lupus izquierdoso español. Se trata, indudablemente, del voto útil, del mejor modo de procurar que los autoanticuerpos de España, tras cuarenta años de admirable preparación del terreno por parte del PP y el PSOE, rematen la tarea de liquidarla desde dentro.