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Javier Somalo

Podemos, el crimen y la risa

Dónde están los argumentos definitivos que rompan la tolerancia intelectual ante unas ideas cimentadas en los peores crímenes del siglo pasado.

Dónde están los argumentos definitivos que rompan la tolerancia intelectual ante unas ideas cimentadas en los peores crímenes del siglo pasado.
Escudos de Stalin, ETA y la Alemania Nazi | Archivo

La tolerancia ante el comunismo tomada como salvoconducto intelectual ha hecho ya demasiado daño al género humano como para seguir soportándola. Esta semana, la misma en la que conocíamos que al todavía concejal de Podemos en el ayuntamiento de Madrid Guillermo Zapata le hacía gracia el Holocausto o el asesinato de tres niñas o el atentado contra Irene Villa, escuchamos a Juan Carlos Monedero decir esto, en referencia al PP:

"Ellos, que tienen un partido fundado por un tipo que colaboró con Franco, que colaboró con Hitler mandando a la División Azul y que, por tanto, fue colaborador del Holocausto".

No he oído a ningún político del PP preguntarse siquiera: "Vosotros, que tenéis un partido fundado por un tipo que colaboró con Hugo Chávez, ¿de qué sois colaboradores?".

O ir un poco más lejos –más cerca, en realidad– y contestar como merecen esos que se dicen comunistas pero no del Carrillo de la peluca sino del de Paracuellos, el tutelado por Stalin, aquél que masacró a rusos, bielorrusos, ucranianos, polacos… judíos y no judíos pero también en términos genocidas, el que se repartió Polonia con Hitler y que luego barrió y regó con sangre las tierras que ya había encharcado el Führer antes de perder la Guerra.

Como nadie responde nada, Monedero sigue con su cantinela y compara la situación griega con la invasión nazi de Polonia olvidando adrede que aquella invasión fue conjunta; Stalin parece que también escuchaba a Wagner y le entraba el gusanillo del espacio vital, o sea que fueron socios. ¿Esperan en el PP que algún preboste de FAES, que ahora anda de cursos veraniegos, refresque la memoria al asesor bolivariano o puede algún político pensar por sí mismo y recordarle a Monedero que, además de perverso, tiene más de visitante que de profesor?

Y hablando de "tipos" como Fraga, convertidos por Podemos en paradigmas del mal, ellos profesan declarada admiración por otro tipo que decía –y hacía– cosas como estas:

"¡Camaradas! La sublevación kulak en vuestros cinco distritos debe ser aplastada sin piedad. Los intereses de la revolución lo exigen, porque en todas partes se ha entablado la lucha final contra los kulaks. Es preciso dar un escarmiento:

Colgar, y digo colgar de manera que la gente lo vea, al menos a cien kulaks, ricos, y chupasangres conocidos. Publicar sus nombres. Apoderarse de su grano. Identificar a los rehenes. Haced eso de manera que en centenares de leguas a la redonda la gente vea, tiemble, sepa y se diga: matan y continuarán matando a los kulaks sedientos de sangre. Encontrad gente más dura." (Telegrama de Lenin al comité ejecutivo del soviet de Penza, 10 de agosto de 1918).

Entre los dos bigotes, el grande y el pequeño, se cargaron en los 14 años que van de 1933 a 1945 a 14 millones de personas, amén de los que cayeron una década antes a manos de Lenin. Pero Monedero sostiene que los crímenes del comunismo son "más difíciles de cuantificar", quizá porque muchos de ellos no los considere tales –¿colaterales, necesarios, inevitables?– o queden en el limbo de Katin, paredón boscoso achacado al carnicero alemán pero cometido esta vez por el carnicero georgiano.

Según el proceso deductivo de Juan Carlos Monedero, la formación que él fundó defendería el exterminio del siglo XX. Todo. El de los nazis y el de Stalin, el de Mao, Lenin y Ho Chi Min amén de los crímenes perpetrados por el castrismo y el chavismo. Y no habría que enredar el silogismo falaz sobre Fraga, Franco y Hitler precisamente porque ellos han profesado esa admiración por los suyos de forma directa. Pero la tolerancia ante el comunismo, que no es sino miedo paralizante, impide una respuesta política incluso cuando se sobrepasan los límites.

No sé si hay mejor manera de justificar el Holocausto que la risa, fórmula elegida por el concejal –todavía concejal– Zapata: las víctimas caben en ceniceros. Pero la justicia que sufrimos parece decir que el delito está en negar el Holocausto, no en admitir su existencia para justificarla con la risa. La risa y los Veinte Millones, así se subtitula el libro de Martin Amis Koba el Temible, librito que no cabe en un cenicero pero sí en cualquier neceser para este verano. De él tomo también la figura de los dos bigotes asesinos del siglo XX.

Nadie contesta y Pablo Iglesias se ríe y está de broma hasta que deja de estarlo. Él y sólo él pone los límites como hemos ilustrado esta semana en Libertad Digital. No ofende que su novia sea sospechosa de robo sino que se lo pregunte ¡una mujer! "Ah, eso es machismo". No ofende que su colega concejal –todavía concejal– de Madrid meta a judíos del Holocausto en el cenicero de un 600 o asocie a Irene Villa y las niñas de Alcasser con un desguace. Es broma y se ríe. Pero si alguien entiende lo contrario o busca razones –manía repetitiva entre los periodistas cuando se topan con personajes sencillamente despreciables– entonces…

¿Entonces condena usted el terrorismo?, preguntó en bajito la periodista María Casado.

La pregunta ofende, María, respondió con gesto tan amenazante como ensayado Pablo Iglesias.

…entonces es cuando el ofensor se convierte en ofendido y entramos en la segunda parte de la repugnante ofensa del concejal –todavía concejal– Zapata. La risa otra vez, pero ahora a costa de la amputación de una niña a manos de ETA combinada, por si no había bastante, con el triple asesinato de otras tres niñas, las de Alcasser. Sigue siendo broma y el que opine lo contrario contará con el desprecio de Iglesias y tendrá que soportar su infantil impostura.

Y, de nuevo, la justicia que padecemos en vez de atajar el problema lo multiplica, entorpece su solución, cierra la puerta a la víctima y cede el paso al delincuente. Llamar a Irene Villa como testigo no es de recibo. Es verdad que lo pidió Daniel Portero en su querella pero creo que se equivocó. Nada puede reprocharse a una de las pocas personas que lucha a diario para impedir el blanqueamiento de ETA dentro y fuera de España pero no hacen falta testigos para condenar un delito tan flagrante, tan público. Ni ha de servir como eximente y posible causa de archivo el hecho de que la ofensa pueda ser disculpada –sinceramente o para no sufrir más– por los directamente aludidos. A quien sí cabe criticar es al juez Pedraz, por admitir esa declaración innecesaria y, sobre todo, por castigar a Portero con una fianza difícil de asumir, es decir, por hacer casi imposible el ejercicio de acusación.

Ingenuamente, vuelvo a preguntar: ¿dónde están las respuestas del PP y el PSOE? Tanto en defensa propia como del resto. En defensa de sus muertos, los de la Policía, los de la Guardia civil o el Ejército, en defensa de los ciudadanos asesinados y heridos, casi siempre olvidados, y de sus familias, siempre abandonadas, humilladas. Dónde están los argumentos definitivos que rompan de una vez la tolerancia intelectual ante unas ideas cimentadas en los peores crímenes del siglo pasado. En los políticos no las encontraremos. Los que, en uno y otro partido, las defendían con valor ya están retirados por voluntad propia o ajena.

El PSOE ahora monta gobiernos con los del cenicero y con los sobrinos directos de ETA mientras alquilan banderas de España para decorar el circo Price. Y el PP, o gran parte, anda dimitiendo para cumplir el pedigrí de la nueva era regeneracionista de cartón piedra y consintiendo que los de la risa sigan de concejales, colocando a sus familias en el poder y preparando la llegada del mesías, el que más se ríe, el que entorna los ojos y te acecha si no entiendes sus bromas. El más gracioso de todos.

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