En el año 2001, Juan Luis Cebrián acabó con Nicolás Redondo Terreros un minuto antes de que se convirtiera, aliado con Jaime Mayor Oreja, en la alternativa al nacionalismo vasco. Lo hizo el de Prisa desde un artículo en El País titulado El discurso del método que fue acatado en el PSOE de Zapatero como un decreto ley. Algo bueno iba a empezar y Prisa lo abortó.
Trece años después, otro discurso –este de verdad–, el del Rey, ha incitado a Cebrián a acreditar sus orígenes periodísticos. El particular saludo de El País a Felipe VI no tendrá el efecto metódico que causó en 2001 pero produce la misma náusea.
El Rey ensalzó y reivindicó los principios de la Monarquía Parlamentaria que acotan su función y recordó con acierto que es un rey constitucional, "un Rey que debe atenerse al ejercicio de las funciones que constitucionalmente le han sido encomendadas". Todo ello supone respetar la separación de Poderes, la independencia del Poder Judicial y, sobre todo, como dijo en su discurso, que es al Gobierno de la Nación "a quien corresponde la dirección de la política nacional".
Pero al director de El País nombrado por Cebrián, Antonio Caño, el discurso de proclamación le pareció "una ocasión perdida". ¿Perdida para qué? Más allá del caos editorial de El País respecto a los fastos –Cebrián pidió una absurda austeridad y a Caño todo le pareció poco– parece como si El País quisiera corregir al Rey: esa "dirección de la política nacional" le corresponde hace mucho tiempo a Prisa, no al Gobierno, y el papel moderador no es otro que el que se usa en las páginas de su periódico "global", antes "independiente". Y si le corrigen ahora es porque antes no hacía falta. El tutor quiere ser regente hasta que el Rey esté preparado. Caño dice estar "convencido de que las cualidades de Felipe VI exceden con mucho a la calidad de su intervención ante las Cortes", que es lo que se decía antes a los alumnos cuando empezaban el curso suspendiendo alguna asignatura advirtiéndole de que el año podía acabar en cataclismo: "Rinde por debajo de sus posibilidades".
Cualquiera de nosotros podía barruntar un discurso u otro y luego sorprenderse o no pero en la Regencia de Prisa sonó a desacato: "Felipe VI dijo menos de lo esperado". Es más, las palabras del Rey causaron "cierta frustración en otros círculos –se le había pedido, por ejemplo, utilizar todas las lenguas que se hablan en España". ¿Círculos? Espero que no sea un homenaje a Podemos. ¿"Se le había pedido"? ¿Conserva Prisa, o sus círculos, algún ejemplar de la lista –ese "por ejemplo" indica que había más cosas– de los deberes del Rey?
Para Caño, para Cebrián, para Prisa, Felipe VI "en su conjunto, transmitió al proceso de relevo en el trono un aire de fragilidad y vacilación que podía haberse evitado". Frágil, vacilante… Lo dicho, fueron tutores y quieres ser regentes.
Para completar la "Triple C", a Cebrián y Caño se une Carol, Màrius Carol, el de La Vanguardia del Conde, lamentando también en clave lingüística que el Rey no se deje guiar: "Las sugerencias de la personalidad catalana que le aportó ideas apenas fueron tenidas en cuenta en este apartado". Quiero pensar que esa personalidad catalana no es Padre constitucional y abogado.
Lo que parece evidente es que esta maniobra va mucho más allá –recuerden que El País dice "por ejemplo"– del uso de las lenguas que habría llevado el discurso regio a las tres horas. Es el parapeto para llegar a lo mollar: "(…) que la ley está al servicio de todos, también de los que se quieren separar de España, siempre que ejerzan sus derechos sin atropellar los derechos de los demás". Y para que esta boutade se cumpla le piden, más bien le marcan, "pasos"...
Lo de Prisa podrá parecer increíble. Pero hay muchos que le siguen dando crédito.