En poco tiempo hemos sobrevivido al virus y a la vacuna, al misil y al escudo. En definitiva, al clásico esquema de vender el ataque y su defensa. Es la paradoja de los contrarios que, en verdad, son complementarios.
Planeta ha conseguido concentrar la máxima atención en ambos extremos con un documental y un libro pero a sabiendas de que en España la retina es más sensible a la tele que a una página. En el 23-F la verdad era broma. "Yo me lo creí", dijeron muchos al ver el programa que presentó Jordi Évole sobre el golpe. Corrió de boca en boca y hasta los que no lo vieron creen hoy haberlo hecho. Barnizada España con el chiste –algunos eran chistes de verdad–, víctimas todos del Wells redivivo, nos encuadernan poco después la verdad, o mejor, la compilación de una verdad firmada por Pilar Urbano pero que ya se había contado antes con menos tirada. Best Seller y récord de audiencia cubren así todo el espectro: la conspiración y su propio desenmascaramiento para que cada uno elija cuál es cuál. Urbano y el Follonero; el Follonero y Urbano.
Pero, ¿cómo no vamos a tragar si eso fue precisamente el 23-F?: virus y vacuna, misil y escudo, ataque y defensa; Tejero y el Rey, golpe armado y solución Armada. Para derribar un gobierno sin pasar por las urnas se aborta un golpe chabacano y se ofrece un gobierno alternativo, de salvación sí, pero de golpe y con una lista de ministros que ya tuteaban al General presidente.
Se suele distinguir entre el tejerazo y la operación Armada para asegurar que el Rey desconocía la puesta en escena. Pero sí tenía datos del SAM (Supuesto Anticonstitucional Máximo) que Cortina le detalló en hasta once visitas absolutamente secretas a La Zarzuela en febrero de 1981. Conocía el caldo que se cocinaba en el CESID para generar la alarma golpista necesaria. Antes de leer a Urbano conviene visitar a Jesús Palacios para entender las entretelas del golpe tosco. Y a Luis Herrero y Abel Hernández para entender la verdadera relación entre Suárez y el Rey y sus respectivas esferas e influencias. Por cierto, las afinidades de los tres escritores difieren, y a veces mucho, en lo que respecta al Rey, Suárez o Armada.
Por lo que parece, Suárez siempre pensó que Armada era sinónimo de golpe. Él y Rodríguez Sahagún también conocían los dosieres que Cortina preparó para amoldar a España la Operación De Gaulle como "corrector del sistema desde el propio sistema". Y ante esto, Suárez siempre veló por el rey de España –en tal condición– y por la joven democracia, nunca por sí mismo. Llegó a decir que le bastaría un gesto regio para marcharse. Pero ese gesto tenía que ser propio y sincero, no inducido.
Todo o casi todo lo escrito por Pilar Urbano estaba ya dicho y escrito. Hubo querellas, quejas, reproches y demandas pero no un manifiesto con abajofirmantes. Bien es verdad que entonces faltaba por llegar Corinna, Bostwana y, sobre todo, el caso Urdangarín-Infanta. O sea, el desgaste, la impopularidad y el delito.
Es difícil de entender esta reacción colegiada en defensa del Rey pero cabe suponer que lo que algunos llaman lealtad pueda ser pacto de silencio por deuda eterna. Más incomprensible es el intento de secuestro editorial y que figure la firma de Adolfo Suárez Illana cuando su padre ha salido de todos estos libros, incluido el de Pilar Urbano, como el gigante que era.
Hay no-firmantes que contaron la historia al detalle. Los firmantes avalan la versión del docubroma del Follonero.