Desde el liberalismo siempre se ha incidido en la necesidad de incluir, en la ecuación política, el parámetro fundamental de la naturaleza humana. Para tener bien presentes el conjunto de predisposiciones y limitaciones que somos, hay que tener presente el pasado.
Cada uno de nosotros es único en su especie, pero dentro de esa especie única que es el Homo sapiens sapiens. Todos tenemos un pasado y un antepasado reciente en común. Somos brotes de una misma rama que, a su vez, fue brote de otra mayor. Así lo ponen de manifiesto las ciencias biológicas, que desde Darwin están unificadas en torno a la evolución y en gran medida en torno al mecanismo que éste propuso para la misma: la selección natural. El hombre es un ser evolucionado, emparentado en distinto grado con todos los demás seres que pueblan y comparten con él la Tierra.
Decía Nietzsche, en uno de sus aforismos, que el hombre es el animal sin tipo fijo. Aunque más que de un tipo fijo tendríamos que hablar de un número discreto de tipos fijos, de módulos mentales. Estos son mecanismos de nuestra psique para resolver problemas planteados por el entorno, desde el reconocimiento de serpientes, pasando por el de caras y llegando hasta la detección de tramposos a través de gestos faciales y movimientos corporales sutiles, entonaciones de voz y otros indicios visuales o acústicos. Habrían sido seleccionados por los entornos ecológicos y sociales que atravesó la humanidad en su camino hasta el presente. Su interrelación e interactuación darían lugar al individuo y al ser social. Del mismo modo que los tipos fijos de la imprenta, una vez combinados, sirven para narrar infinidad de historias, los módulos mentales, en su trabajo simultáneo –a veces conducente a un mismo fin, a veces a fines excluyentes o diversos– darían lugar a la gran variedad de humanos que observamos. Una ciencia relativamente joven estudia nuestra psicología teniendo presente su pasado. Es la Psicología Evolucionista. Catherine Salmon, psicóloga evolucionista, la define de esta manera:
La Psicología Evolucionista es el estudio de la estructura cognitiva de la mente como resultado de la evolución. Se centra en tres cuestiones: las presiones y problemas adaptativos que existían en el ambiente ancestral, los mecanismos inmediatos que evolucionaron para hacer frente a esos problemas y presiones, y cómo el entorno actual es diferente del ancestral y cómo ello repercute en el funcionamiento de los mecanismos de adaptación en el mundo moderno.
El viejo debate y la vieja dicotomía entre lo innato y lo adquirido han de ser revisados. También debe revisarse esa otra contraposición de izquierdas y derechas, que no conduce más que a una confusión de los términos del debate para mayor gloria de los déspotas.
Hay que entender qué es exactamente lo que motiva a cada actor político, a cada agente económico, a cada individuo pensante y sintiente en sus elecciones cotidianas y en circunstancias excepcionales. Y solamente comprendiendo la naturaleza humana, o al menos no contradiciéndola lógicamente, podemos adelantar un conato de explicación de nuestras razones. No es preciso aclarar las implicaciones que tendría nuestra manera de mirar el fenómeno humano sobre el modo en que trataríamos, después y sobre esa base, los asuntos económicos, sociales y políticos.
Debemos empezar por distinguir claramente entre nuestros fines inmediatos y conscientes y nuestros fines últimos, inconscientes. Raramente sabemos por qué hacemos lo que hacemos, creemos lo que creemos y buscamos lo que buscamos (y si no piensen en el porqué de la atracción sexual: da resultados inmediatos). Generalmente zanjamos la cosa con algún expediente categórico. Esas son nuestras razones. Tras exponer dos o tres justificaciones racionales a nuestros actos, fácilmente desmontables con un "¿por qué?" socrático o infantil (no dejen de observar la persistencia interrogadora de los niños), nos queda, como explicación última, como poso en el recipiente de nuestra sapiencia sapiens, un "porque sí" o un "porque no". Y punto.
Nos encontramos ante nuestras inclinaciones naturales, de las que dan cuenta los fines últimos. Aquí, por tanto, más que dar respuesta a un porqué concreto, nos tenemos que aventurar en el territorio virgen de nuestra mente evolucionada y tratar de dar respuesta a una pregunta más general. ¿Por qué somos así? ¿Qué nos ha hecho así? ¿Qué escaseces y qué necesidades, convertidas en ley natural, moldearon nuestros instintos y nuestra razón a lo largo de millones de años de evolución?
Si la naturaleza humana es la pregunta, la Psicología Evolucionista se está revelando como la mejor respuesta. Y ha llegado el momento de que, a la luz de la evolución, y de mecanismos psicológicos ancestrales, interpretemos los sucesos del presente. Las noticias de actualidad tienen un pequeño tesoro escondido en su seno. Los fines últimos de nuestra naturaleza se revelan tras los siete velos de cultura, sociología barata y palabrería demagógica. Las realidades sociológica, económica y política surgen de una despiadada lucha, no exenta de buenas formas y otros disimulos, por el control de los recursos, por el poder y por la influencia.
Nuestros progresistas patrios de todos los partidos tratarán por cualquier medio –es decir, maquiavélicamente– de justificar sus fines inmediatos aludiendo a su carácter de medios para unos fines más elevados, que se pierden en las brumas del infinito. Pero no nos podrán engañar si miramos a los ojos de la naturaleza humana cada uno de sus actos y palabras. Sus fines últimos quedarán en evidencia, y, con ello, la vaciedad y cursilería de sus solemnidades. Tampoco nos dejaremos engañar por los beneficios que prometen se derivarán de sus propuestas: si son el traje hecho por un necio a la medida de un santo o de un sabio podemos augurar de antemano que nadie se lo pondrá, y que el proyecto estará condenado al fracaso.
Sabemos, además, que al decir que persiguen el bien común no están persiguiendo nada fuera de lo común.
Seguiremos informando.