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Javier Fernández-Lasquetty

Un panorama incierto para España

El PSOE siempre ha sido un maestro a la hora de dibujar falsas líneas rojas y cruzarlas con un disfraz encima.

El PSOE siempre ha sido un maestro a la hora de dibujar falsas líneas rojas y cruzarlas con un disfraz encima.
Mariano Rajoy | EFE

Una semana después de las elecciones generales el futuro de España se presenta incierto y preocupante, como consecuencia de la debilidad de las dos grandes fuerzas políticas y su incapacidad para responder de una forma diferente a un tiempo que ya es diferente. El relativo bipartidismo de la política española sin duda tenía defectos, pero ahora se va a comprobar que la fragmentación nunca ha sido beneficiosa en ningún país.

El PP sale del 20 de diciembre doblemente debilitado. En primer lugar porque ha perdido 3.600.000 votos; o lo que es lo mismo, la tercera parte de sus votantes. Después de que una de cada tres personas que confió en el PP le haya retirado esa confianza no se puede permanecer impasible, como dijo José María Aznar con toda la razón. Rajoy afirma verse "con fuerzas" para seguir al frente del PP, y ahí reside el segundo factor añadido de debilidad del PP: en su incapacidad, de momento, de abrir paso a un congreso 100% abierto, como preconizan desde el grupo Floridablanca. Será una equivocación profunda para el PP si sus dirigentes creen que esta situación se puede resolver como la crisis tras la derrota electoral de 2008. Y no porque haya mayor beligerancia interna, sino porque los ciudadanos ya no aceptan aquello que no sea competencia real y abierta por el liderazgo.

Ciudadanos también sale más débil de estas elecciones, aunque el logro de sus primeros escaños nacionales pueda aparentar lo contrario. Ciudadanos ha recibido muy rápido el desaire que los españoles hacen a aquellos partidos que creen que pueden triunfar sin definirse –y por tanto, entrar en la confrontación ideológica- sobre todos los asuntos: de los impuestos al gasto público, pasando por la reforma de los servicios públicos como la educación o la sanidad. Fue exactamente esa vaguedad ideológica la que marcó el principio del fin de UPyD. C's puede rehacerse, pero ha entrado en el escenario nacional con mal pie.

El Partido Socialista está acercándose al final de la escapada iniciada en 2001, cuando Felipe González y Juan Luis Cebrián le enseñaron a Zapatero que "El futuro no es lo que era", y que en consecuencia cualquier maniobra o pacto eran buenos si servían para dejar al centro-derecha fuera del gobierno. Esto es lo que ha hecho el PSOE en todos estos años, pactar a cualquier precio, y no termina de entenderse por qué Susana Díaz o cualquier otro vaya a romper esa línea de conducta. Ojalá lo hicieran, y ojalá también en eso la izquierda española no fuera una excepción, porque frente al peligro del extremismo la izquierda de Francia, Alemania o Italia no han tenido problema para llegar a acuerdos, sin perder su identidad. Si el PSOE tampoco entiende que los tiempos han cambiado, y reacciona como siempre lo ha hecho, tendremos una tortuosa negociación que terminará en acuerdo con Podemos y con los independentistas catalanes. El PSOE siempre ha sido un maestro a la hora de dibujar falsas líneas rojas y cruzarlas con un disfraz encima. Recordemos la negociación y el pacto con ETA.

Por tanto, ¿por qué irían a repetirse las elecciones, como muchos creen? ¿Qué incentivo tiene el PSOE para no aprovechar el momento y regresar al gobierno? ¿Por qué no iba Podemos a aceptar un pacto del que saben que saldrán fortalecidos? ¿Y por qué irían los independentistas catalanes a perder esta oportunidad de levantar las barreras para hacer un referéndum que de una vez sea vinculante?

El panorama es muy incierto, por desgracia. Sería tiempo de una política basada en valores: libertad, responsabilidad, patriotismo, verdad. Pero eso precisamente, valores fuertes, es lo que menos abunda en este tiempo.

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