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Javier Fernández-Lasquetty

La culpa no es de las reformas

No haber querido dar esa batalla de las ideas no ha librado al PP de un tremendo castigo electoral.

El Partido Popular ha obtenido más votos, pero ha cosechado la derrota más dura desde 2004. Cuando el castigo se ha producido de forma general, de norte a sur y de este a oeste, es que los electores no estaban juzgando a los candidatos locales, sino expresando su rechazo al PP como tal y a su obra de gobierno en los últimos años.

Se podrá pensar que es relativamente normal que los ciudadanos se enfaden con los Gobiernos que hacen reformas para resolver una crisis económica. Pero en este caso tendrán que ser otras las causas. El Gobierno del PP ha tomado muchas medidas frente a la crisis, pero reformas como tales apenas ha habido. Luego el enfado de los votantes tendrá otras razones.

La del mercado laboral es la excepción casi en solitario. En lo demás: ¿dónde está la reforma del sistema de pensiones?, ¿en qué ha sido reformada la sanidad?, ¿y qué hay de la reforma del subsidio de desempleo? No ha habido reformas estructurales en esos campos, y menos aún reformas propiamente liberales.

Pensiones, sanidad, educación y subsidios de desempleo son los principales gastos del sector público español. ¿Hay en ellos más libertad de elegir ahora que antes de la llegada de Rajoy al Gobierno? ¿Se han hecho reformas que incrementen la responsabilidad de cada persona sobre su propia vida? ¿Ha seguido España el ejemplo de países europeos como Suecia u Holanda, que han aumentado el campo del sector privado en la provisión de salud, de educación o de seguridad en la vejez? La respuesta es siempre negativa. Se han aprobado leyes y decretos, pero no se han hecho reformas estructurales, de las que cambian el sistema para mejorarlo y hacerlo financiable en el presente y en el futuro.

Al principio de la crisis, la suma de personas que trabajaban en la educación y la sanidad públicas era de poco más de 1,1 millones. Ahora son más de 1.150.000. La deuda de las Administraciones Públicas españolas ha pasado de ser el 47% del PIB en 2004 a rozar el 100%. ¿Dónde están las reformas liberales que hubieran reducido el peso abrumador del sector público sobre los ciudadanos españoles?

Unos días antes de las elecciones de mayo, un amigo –aclaro: no de Madrid– me decía que era duro tener que escoger entre dos candidaturas comunistas y cuatro socialdemócratas. Obviamente (y desgraciadamente), incluía al PP entre los partidos socialdemócratas. Los tópicos del buenismo igualitarista son más cómodos, porque evitan tener que comparecer en la batalla de los principios y de las ideas. La que explica la política y la que da sentido a la política. La batalla de la libertad frente a los dogmas del socialismo.

No haber querido dar esa batalla de las ideas no ha librado al PP de un tremendo castigo electoral. Pero la culpa no es de que se hayan llevado a cabo reformas liberales. Quizá lo sea, más bien, de no haberlas hecho en toda España, con valentía y con garra.

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