El veto a un artista judío norteamericano en un festival de música, como consecuencia del rechazo a Israel, ilustra perfectamente cuál es el antisemitismo de nuestro tiempo. Afortunadamente, la reacción mundial ha sido tan clara que los organizadores del festival han levantado su veto contra el cantante al que habían discriminado por el solo hecho de ser judío.
La historia de los judíos es una historia de acoso ininterrumpido a lo largo de dos mil años. No fue solo el horror del Holocausto nazi. Libros como la espléndida Historia de los judíos, del historiador británico Paul Johnson, sirven para documentar que en toda la historia los judíos han tenido que sufrir sucesivos, pero continuos, intentos para, literalmente, aniquilarlos. Israel, como explica Golda Meir en sus Memorias, nació para que los judíos supieran que al menos en ese país podían sentirse seguros de no ser perseguidos por el mero hecho de ser judíos.
El antisemitismo de nuestro tiempo se presenta públicamente como rechazo a la política del Estado de Israel, la cual, como toda política de cualquier Estado, es perfectamente cuestionable. Pero de manera apenas perceptible ese aparente rechazo a unas políticas se revela como un rechazo a la propia existencia de Israel. Se quiere que Israel no exista, y de ahí a desear que no existan las personas judías ya hay muy poco trecho.
Esa línea de conexión entre antiisraelismo y antisemitismo se ha manifestado en el caso del festival de música de estas fechas. Como también se ha manifestado que el antisemitismo de este momento es un fenómeno muy enraizado en la izquierda política. En España quedó claro a partir del momento en que el PSOE de Zapatero admitió la quema de banderas de Israel en manifestaciones respaldadas por su partido. Pero no es solo un fenómeno español. Alain Finkielkraut lo explicó en su libro En el nombre del Otro. Reflexiones sobre el antisemitismo que viene (2005). En una confusa mezcla de tópicos y eslóganes de pancarta se añade el antiisraelismo al antiamericanismo y al anticapitalismo que subyacen en buena parte de la izquierda, y la consecuencia es la repulsión por las personas judías.
Israel tiene derecho a existir. Los judíos tienen derecho a vivir como quieran. Es una mera cuestión de respeto a las personas. Pero es que Israel es, además, un régimen de libertades, con una opinión pública que se expresa con libertad. Es, de hecho, el único país libre en esa parte del mundo. Por eso es inadmisible que una iniciativa llamada BDS (Boycott, Divestment and Sanctions) pretenda marginar a Israel. Es una iniciativa injusta, porque trata a una democracia peor que a las tiranías que la rodean. Pero es también una iniciativa de discriminación liberticida cuando, como ha sido en el caso del cantante Matisyahu, sirve para perseguir a una persona por el simple hecho de haber nacido judía.