Pocos recuerdan ya que Zapatero blandió como lanza para luchar contra los molinos de viento del PP a Don Quijote. Prometió en su discurso de investidura celebrarle y conmemorarle como se merecía, al tiempo que introducía en el panorama político español la figura de su abuelo, el capitán Juan Rodríguez Lozano, a su modo y manera. Hasta que descubrió que el más grande de las letras en castellano nació en Alcalá de Henares, ciudad gobernada hoy por el Partido Popular.
Ahí se terminaron los prometidos homenajes a don Miguel. ZP se pasó por el arco del triunfo, y nunca mejor dicho, a Miguel de Cervantes Saavedra y su quijotesca visión de la política y se adentró en la procelosa reivindicación de su propia y deformada memoria histórica dedicada a levantar las estatuas de Franco mientras erigía un monolito a su propio abuelo en Araya de Luna, el lugar del frente al que nunca se incorporó el capitán Lozano.
El jefe monclovita pues, nunca acudió a ni uno solo de los múltiples actos organizados por el feudo de los populares en el cinturón sur de Madrid en el cuatrocientos aniversario de la publicación de la universal obra y sólo lo hace cada año para asistir en el Paraninfo de la Universidad a la entrega del más importante galardón literario en letras hispanas por parte del Rey.
El próximo 23 de abril Zapatero acudirá más feliz que nunca. Ha convertido a su poeta de cabecera en el próximo premio Cervantes, pasando por encima de Juan Marsé, Caballero Bonald o Ana María Matute. El galardonado Antonio Gamoneda, por su parte, está "orgulloso" de la amistad presidencial y estima mucho "que el presidente tenga esa cercanía y predilección hacia mí y hacia mi obra".
Ambos tienen vínculos visibles y otros más secretos desvelados el pasado 12 de noviembre por Libertad Digital con la prepublicación de La gran revancha. Y es que Gamoneda dirige la Fundación Sierra-Pambley de León, sede de la logia masónica del abuelo de ZP. Allí es donde acudía el capitán Lozano los sábados a las tenidas masónicas de la logia Emilio Menéndez Pallarés nº15 de León. Y allí es donde acudió Zapatero el 25 de julio de 2006, tres días antes de aprobar el Consejo de Ministros la guerracivilista Ley de Memoria Histórica patrocinada por el autoproclamado presidente "rojo".
Estremece el intervencionismo sectario de Zapatero, que no se para en barras. Acierta Jon Juaristi en su columna "Proverbios morales" cuando asegura que "nunca se había llegado en la guerra literaria a los extremos de intervencionismo gubernamental que hemos presenciado en esta legislatura (...). "Es dudoso que el recitado televisivo de Rodríguez Zapatero añada lectores a Gamoneda (...) Pero, caray con los poetas del silencio, las catacumbas y la resistencia al poder. Menos mal que depreciaban los premios, honores y reconocimientos oficiales y que sólo debían lealtad a su ideal poético", añade Juaristi.
El "arquitecto" del las palabras, "guía espiritual" de ZP con quien departe fraternalmente en la logia a la que perteneció el "compañero" abuelo Lozano, cuya obra se encuentra recopilada bajo el revelador título de Esta Luz, lo tiene claro en Ira: "De las violentas humedades, de / los lugares donde se entrecruzan / residuos de tormentas y sollozos, / viene / esta pena arterial, esta memoria / despedazada. / Aún enloquecen / aquellas madres en mis venas".