No ha tenido que pasar mucho tiempo para que a la clase política se le haya visto el plumero. Han saltado todos como un resorte por encima de siglas, ideologías y partidismos. Todos los políticos lo tienen claro: quieren blindar su casta frente a la opinión crítica y libre.
La sentencia del juicio político promovido por Alberto Ruiz Gallardón contra Federico Jiménez Losantos nos ha permitido visualizar la putrefacción de la clase política española. Este martes, Pío García Escudero, José Blanco, Soraya Sáenz de Santamaría y Joan Ridao han coincidido plenamente apoyando a Ruiz Gallardón y aplaudiendo el fallo de la juez María Inmaculada Iglesias Sánchez. No es casualidad que socialistas, populares e independentistas coincidan con tanta exactitud en una cuestión tan básica para la salud democrática como es la libertad de expresión. Todos están encantados con limitar la crítica política, entusiasmados con que desde los medios de comunicación no se pueda ejercer la libertad la opinión. Si no hay pluralidad se mueven como pez en el agua.
La sentencia del "caso Gallardón" es un ataque a la base misma de la democracia, una agresión directa que recorta la libertad, deteriora la convivencia y empobrece la pluralidad. Pero a la casta política esto no sólo no les importa lo más mínimo, sino que de hecho es lo que buscan: amordazar a los críticos. Todos quieren televisión, radio, portadas de periódicos; ser políticos mediáticos. Pero eso sí, que siempre se haga todo a su medida. Sin críticas, sin opinión, sin pluralidad. Desde el poder se alimenta una obsesión: el control de los medios de comunicación. Y si no lo consiguen con las artimañas habituales, están dispuestos a llegar a los tribunales. El "precedente Gallardón" abre la veda para la caza de todos los periodistas molestos para el poder.
La clase política española pretende campar a sus anchas por los medios de comunicación, hacerse sus dueños y señores para que nadie pueda levantar la voz, criticar u opinar siquiera. Blanco, García Escudero o Ridao lo han dejado claro: que nadie les toque. Sólo buscan el pasteleo, la porcelana y el guante de seda.
Muchos políticos de paupérrimo nivel piensan que con esta sentencia estarán libres de la crítica. Pero que no se engañen. La casta política está cada vez más lejos de los intereses ciudadanos, cada vez es más cerrada y engreída. En esta situación, la libertad no puede recortarse. Se intentarán blindar, pero la libertad siempre encontrará una vía por la que poder contar las verdades del barquero.