Recuerdo un artículo de Carlos Rodríguez Braun, columnista de esta casa, que se titulaba El insólito caso de los sombreros. Es uno de esos textos que quedan grabados en la memoria esperando su oportunidad para salir a la luz en el momento adecuado, y así poder dar la impresión de que tengo ideas creativas. Es falso, pues la mayoría son prestadas. Aún así creo que he encontrado un buen escenario para sacarlo a flote.
El artículo cuenta que, en los años 50, de la noche a la mañana la gente dejó de llevar sombrero. Las empresas que los fabricaban empleaban a millones de personas, y la desaparición de las ventas podía haber llevado a la miseria a todos esos empleados y empresarios. El ser humano tiende a ser conservador y se resiste a cambiar lo que lleva haciendo toda su vida. Sin embargo, en el caso de los sombreros se tomó la vía rápida. Para nuestra sorpresa, el Gobierno no subió los impuestos para darles subvenciones y así sostenerles de forma artificial. Aunque el proceso fuera doloroso, el sector se reconvirtió y así se evitó la miseria. Lo que hicieron fue comenzar a comercializar pantalones vaqueros.
Más recientemente, en la industria informática, la comercialización del CD fue un gran éxito. Sustituyó incómodas cintas, discos de vinilo y disquetes para ordenador. Para el mundo de la música fue una revolución, y gracias a eso las compañías discográficas han ganado mucho dinero. Ahora, como sucede con casi todo, este producto está siendo sustituido por nuevas tecnologías. Los discos de música sólo comienzan a tener la demanda de los nostálgicos, como sucede con los vinilos o los sombreros. El grueso de la población mundial pronto no querrá ni ver este tipo de formatos. ¿Significa esto que la música vaya a desaparecer, como dice el lobby de la ceja? En absoluto.
Algunas empresas ya han comenzado la reconversión del sector. Apple ha registrado unos beneficios récord en el peor año de la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial. Lo ha hecho vendiendo dispositivos que permiten llevar en el bolsillo tantos álbumes de música como se pueda imaginar. El portal iTunes ha superado a Wal-Mart como primer vendedor de música del mundo, llegando a principios de 2009 a más de 4.000 millones de canciones vendidas, a euro la canción. El descenso de los costes, además, permite que el porcentaje de ingresos que se destina a derechos de autor sea mucho mayor que nunca.
Es normal que los productores musicales presionen a Zapatero para que sostenga su negocio con dinero público. Lo reprobable es que el presidente les haga caso. El Gobierno ha incluido nuevas medidas para evitar la reconversión del sector en su Ley de Economía Sostenible, que es un programa económico que se basa en subvencionar lo que por sí solo es insostenible. El problema es que Rodríguez Zapatero donde hay procesos económicos naturales, sólo ve caladeros de votos. A eso se une que, como político profesional, considera internet una selva que escapa de su control, y no lo puede permitir. Por ello ha sacado la tijera de la libertad, y ha tratado de atribuirse poder para cortar conexiones por decisión administrativa. Hoy es por devolverle al sindicato de la ceja los favores prestados. Mañana tendrá otra excusa.
Al final sucede como en el siglo XVI: que por haber piratas, los gobiernos han acabado creando corsarios. Ya se sabe, grupos protegidos por una patente de corso otorgada por los Estados, que les permite esquilmar galeones siempre y cuando presten servicio al Gobierno. Es cierto que hay piratas, que son los que hacen negocio a partir de creaciones ajenas, ya sean películas, canciones, libros o programas informáticos. Por supuesto, no los que descargan música para uso privado, pues este servicio lo ofrecen, incluso, las páginas web de los artistas o el propio iTunes. Escuchar las canciones de forma libre incrementa ventas de entradas para conciertos y extiende la popularidad de los artistas a lo largo del planeta.
Los corsariosde hoy, como antaño, son los que nos quitan el dinero para su provecho bajo el amparo del Gobierno, alegando que se les acaba su antiguo negocio. La patente de corso toma forma de canon digital, de subvenciones con dinero público o de este intento de control político de la red. La mala noticia para Zapatero es que la gente está demostrando que peleará por ese océano de libertad que es internet, por muchos corsarios que conspiren por hacerse con el botín. Es decir, con nuestro dinero.