Siempre he sospechado que el decidido apoyo del Gobierno Zapatero a la revolución bolivariana de Hugo Chávez en Iberoamérica, venta de armas incluida, estaba motivada por una afinidad ideológica de fondo. Esa identidad se pone cada vez más de manifiesto en la regresión democrática que ambos dirigentes están protagonizando en sus respectivos países. Es verdad que hay diferencias sustanciales en las formas, mucho más burdas en el caso de Chávez, pero en el fondo ambos dignatarios parecen buscar un mismo objetivo político: la perpetuación en el poder y un control absoluto de sus sociedades.
La primera característica común es la persecución sistemática de la oposición democrática en ambos países. Para ello ambos dirigentes no tienen escrúpulo alguno en utilizar los instrumentos del Estado a favor de sus intereses partidistas. Hay sin duda una diferencia de grado, pero el Gobierno español tampoco duda en detener a militantes de la oposición por el mero hecho de serlo, en dar instrucciones públicamente a la fiscalía para que actúe contra el Partido Popular, organizar contubernios cinegéticos con jueces, fiscales y policías para planificar el acoso a la oposición, alentar el linchamiento mediático de sus adversarios mediante filtraciones interesadas de diligencias policiales y sumarios judiciales, organizar safaris fotográficos con los detenidos de la oposición o criminalizar a los líderes del PP a través de blogs de dirigentes socialistas en los que comparan al líder de la oposición con un mafioso italiano o caracterizan a un presidente autonómico con unos grilletes. El acoso a la oposición democrática española es sin duda más sutil que en Venezuela, pero en cierto modo puede ser incluso más efectivo políticamente.
Un segundo elemento es la voluntad común de control absoluto de los medios de comunicación, a través del ejercicio de la censura en el caso de Chávez, a través de constantes interferencias en las empresas del sector en el caso de Zapatero. El último ejemplo lo tenemos en la regulación por urgencia, en pleno mes de agosto, de la televisión digital terrestre de pago en un claro favoritismo hacia una empresa frente a otras. Por fortuna, en España siguen existiendo numerosos medios independientes, pero la voluntad manifiesta del Gobierno es la de un creciente intervencionismo y control de los medios de comunicación.
También en política económica encontramos un paralelismo en ambos gobiernos. Así, la política de un gasto público desbocado, la utilización de dinero público para fomentar el clientelismo político y un creciente intervencionismo del Gobierno en la economía son señas de identidad comunes del nuevo socialismo que comparten Zapatero y Chávez. Los ataques a la patronal, culpabilizando a la clase empresarial de los problemas económicos del país, son a su vez otra característica común.
En política exterior la presidencia de Obama en Estados Unidos ha atemperado en mayor medida el antiamericanismo de Zapatero que el más visceral de Hugo Chávez, pero el apoyo del socialismo español a la expansión de la revolución bolivariana ha quedado claramente de manifiesto en la crisis hondureña. Las críticas del ministro de Asuntos Exteriores español al acuerdo militar de Estados Unidos con Colombia es otro buen ejemplo de que la sintonía en política exterior sigue siendo amplia entre ambos Gobiernos, como también ocurre respecto a Cuba.
En definitiva, hay una progresiva identidad ideológica entre el nuevo socialismo de Chávez y el viejo socialismo español. Una identidad que supone un claro peligro para la democracia en ambos países y para la libertad en toda Iberoamérica. Tengo sin embargo plena confianza en que el profundo arraigo de las convicciones democráticas en la sociedad española y en la sociedad venezolana permita culminar el necesario cambio político antes de que sea demasiado tarde.