A mi me llamaron reiteradamente asesino por apoyar que Irak pueda celebrar este domingo, a pesar de los terroristas, elecciones libres. Una mañana, durante la campaña electoral de las últimas elecciones generales, un padre le dijo a su hijo que no me aceptara un caramelo porque estaba manchado de sangre. La sede del Partido Popular estuvo cercada la noche pre-electoral y en varias ocasiones arrojaron huevos, piedras y pintura contra su fachada. Jamás escuché una condena, una palabra de apoyo o un gesto de solidaridad de mis adversarios políticos.
Por el contrario, ha sido unánime la condena de todos los dirigentes del Partido Popular de las agresiones, que luego se han demostrado inexistentes, al actual ministro de Defensa, José Bono. Y han sido muchos los representantes del Partido Popular los que le llamamos para interesarnos por el incidente y expresarle nuestra solidaridad.
Tampoco nadie fue detenido, que yo sepa, por las numerosas agresiones contra el Partido Popular, ni por zarandear y agredir verbalmente al entonces Vicepresidente segundo del Gobierno, Rodrigo Rato, en la manifestación celebrada en Barcelona para condenar los atentados del 11 de marzo.
Por el contrario, dos afiliados del Partido Popular fueron detenidos días más tarde por las inexistentes agresiones a Bono. Arrestados por el mero hecho de estar próximos al Ministro y, lo que es más relevante, por ser afiliados al PP. Esa utilización partidista de la Policía me parece el hecho más antidemocrático que se ha producido en los últimos años. Al margen de las posibles responsabilidades judiciales de una detención irregular, creo que existe una grave responsabilidad política que debe ser exigida hasta sus últimas consecuencias.
El Gobierno de Aznar no era un Gobierno de asesinos por apoyar políticamente el fin de una de las tiranías más sangrientas de la historia. El Gobierno actual tampoco es un Gobierno de asesinos aunque muestre poca contundencia frente al terror. Los únicos verdaderos asesinos son los terroristas. Los asesinos son los terroristas que diariamente matan en Irak a decenas de ciudadanos por el mero hecho de querer ejercer la democracia. Asesinos son los que en el País Vasco han matado a cientos de personas simplemente porque creían en la libertad.
La cuestión no es por tanto quiénes son los asesinos, que todos deberíamos tenerlo claro, sino como derrotamos a los terroristas. El Presidente del Gobierno anunció recientemente en televisión su predisposición a dialogar y negociar con ETA. Los socialistas vascos parecen haber entrado en un juego de acercamiento al mundo de Batasuna. Esta aproximación a ETA constituye hoy un grave error estratégico y moral que va a dar más fuerza a los terroristas.
Es un error estratégico porque ETA se encuentra en una situación de extrema debilidad, en buena medida gracias a la determinación de los gobiernos de Aznar. La creciente cooperación internacional, la eficacia de las fuerzas de seguridad y de la Justicia, el desmantelamiento de toda la estructura económica, social y política de la organización terrorista, pero sobre todo, la firme voluntad de la sociedad española de acabar de una vez por todas con este terrorismo, constituyen una oportunidad histórica para la derrotar definitiva de ETA que no puede ser desaprovechada. Ofrecerles ahora dialogo es darles fuerzas para seguir matando mañana.
Pero abrir ese proceso de dialogo para tratar de rentabilizar políticamente el fin del terrorismo o por obtener una mejor posición partidaria en el País Vasco sería, además de un error estratégico, una grave afrenta moral al conjunto de la sociedad española y muy en particular a las victimas del terrorismo.
Ese era el mensaje esencial que querían trasmitir las victimas con su concentración, mensaje que tristemente quedó empañado por el falso incidente con el Ministro de Defensa. Las victimas tienen todo el derecho a expresar su rechazo a un Gobierno que pretende un dialogo que atenta contra su dignidad. Algunos piensan que esa posición responde a una utilización partidista, pero las victimas, las de ETA y las del 11-M, son las victimas de todos y deben constituir nuestra principal referencia moral en la lucha contra el terror. Todos deberíamos por tanto escucharlas.
Ignacio Cosidó es senador por Palencia