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Ignacio Cosidó

Una política sin convicción

Los enviamos como quien manda voluntarios de una ONG, sin reconocer el peligro al que se enfrentan, sin ser conscientes de la naturaleza de la misión que van a desempeñar, sin atreverse nunca a decir que van a una guerra.

Nunca España había tenido mayor número soldados desplegados fuera de sus fronteras cumpliendo misiones más peligrosas que en el momento actual. Simultáneamente, nunca nuestro país ha sido considerado un aliado menos fiable y leal que con el Gobierno de Rodríguez Zapatero. La explicación de esta paradoja es una política exterior inconsistente, carente de todo principio y más pendiente de los réditos electorales a corto plazo que de los compromisos internacionales del país.

Es evidente que Zapatero pretende ahora compensar el anuncio de su salida de Kosovo con un sustancial incremento de las tropas en Afganistán. España ya ha duplicado sus efectivos en este país desde que gobierno el PSOE, como pago a su anterior fuga de Irak. Afganistán se convierte así en el escenario donde Zapatero pretende pagar todas sus deudas en política exterior. El problema es que precisamente Afganistán se ha convertido en la guerra más peligrosa y complicada de todo el planeta.

El principal déficit de la política exterior y de seguridad de Zapatero es su absoluta falta de convicción. Enviamos soldados a los escenarios más peligrosos para quedar bien o compensar errores, pero sin la más mínima convicción de lo que realmente está en juego y de lo que hacemos allí. Los enviamos como quien manda voluntarios de una ONG, sin reconocer el peligro al que se enfrentan, sin ser conscientes de la naturaleza de la misión que van a desempeñar, sin atreverse nunca a decir que van a una guerra.

España debería mandar más soldados a Afganistán no porque lo pida Obama, ni porque Sarkozy le deje una silla a Zapatero, ni porque Chacón haya metido la pata en Kosovo. España debería enviar esos soldados porque es un país solidario con sus aliados, porque allí se libra una guerra vital para la pervivencia de nuestra libertad y porque combatir el terrorismo es siempre una prioridad para nuestro país.

España necesita para volver a ser respetada en el exterior ser de nuevo un país predecible, serio y que defienda con convicción su política exterior. No es sólo cuestión de enviar más tropas al exterior, sino de saber porqué y a qué las enviamos. Nuestra política exterior no puede depender de las amistades circunstanciales de Zapatero ni de sus cálculos para la próxima cita electoral en su propio país. Nuestra política exterior debería sustentarse en unos principios firmes, unos sólidos compromisos a largo plazo con nuestros aliados y un amplio consenso en el ámbito interno.

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