Tras los cuatro años perdidos en la anterior legislatura por el atajo de la negociación, ahora tenemos una nueva oportunidad de derrotar a ETA. Para ello no basta, siendo esencial, con la mera presión policial que tantos éxitos ha cosechado en los últimos meses. Es necesaria, a su vez, una agenda política de acciones encaminadas a lograr la derrota definitiva de esta banda terrorista. El Gobierno de Zapatero tiene una nueva oportunidad de culminar esta tarea histórica, pero también una responsabilidad inmensa. Los españoles jamás le perdonaríamos que volviera a equivocarse.
En realidad fue en 1998, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, cuando la sociedad española decidió que ya era suficiente. Tomamos entonces la determinación colectiva de acabar con estos asesinos. El Gobierno de Aznar supo traducir esa determinación de la sociedad en un programa de acción política que ejecutaron con éxito Jaime Mayor Oreja, Mariano Rajoy y Ángel Acebes desde el Ministerio del Interior. La implacable persecución policial de la banda, su expulsión del juego democrático a través de la Ley de Partidos, una eficaz cooperación internacional y el reconocimiento a las victimas, puso a ETA al borde mismo de su desaparición.
Si Zapatero hubiera sostenido esa política, si se hubiera mantenido fiel al Pacto Antiterrorista firmado entonces con el PP, hoy ETA podría ser ya historia. Ahora, tras la sucesión de golpes policiales que están protagonizando las Fuerzas de Seguridad, la impresión es que ese fin puede estar otra vez próximo. La existencia por primera vez en el País Vasco de un Gobierno constitucionalista tiene que servir para acelerar ese fin, acabar con la permisividad con la que los terroristas y sus cómplices han ocupado espacios públicos y evitar que ETA pueda regenerarse reclutando entre las nuevas generaciones.
¿Qué podemos hacer para acelerar ese fin de ETA, más allá de mantener la presión policial y judicial sobre esta banda de asesinos? En mi opinión, la cuestión esencial en este momento es lograr expulsar definitivamente de los ayuntamientos del País Vasco y Navarra. Nada ha hecho tanto daño a lo terroristas que perder el control social y político que ejercían sobre una parte del territorio a través de su brazo político. Es absolutamente prioritario que Gobierno y Fiscalía adopten todas las medidas necesarias para que ETA no pueda presentar candidatos en las próximas elecciones municipales. Una de las secuelas más negativas de la negociación con ETA en la anterior legislatura fue precisamente que aún tengamos representantes políticos de los terroristas en las instituciones vascas. Nada será más útil para acelerar la derrota de ETA que impedir a los terroristas usar las instituciones democráticas a favor de sus fines criminales. Ésta va a ser la verdadera prueba para que Zapatero demuestre con hechos su determinación de derrotar a los terroristas.
En segundo término, es también crucial reforzar la cooperación internacional. El aislamiento de ETA fuera de nuestras fronteras fue uno de los ejes fundamentales de la política antiterrorista de los Gobiernos de Aznar y uno de los logros que más debilitó a la banda terrorista. Los españoles tenemos una deuda permanente de gratitud con Francia por la espléndida colaboración antiterrorista lograda en las últimas décadas. Ahora estamos desarrollando también una colaboración operativa con Portugal que empieza a dar frutos. Pero es necesario sacar a los terroristas de sus guaridas en regimenes dictatoriales como Cuba o Venezuela que se han convertido en el último refugio de estos asesinos. Resulta decepcionante la reacción del Gobierno español ante las acusaciones de la Audiencia Nacional de connivencia del régimen chavista con ETA. Es imprescindible que el Gobierno de Zapatero, en vez de pedir excusas, exija con la máxima firmeza poner fin a esa tolerancia y apoyo con los asesinos. La derrota de ETA debe ser la primera prioridad de cualquier gobierno democrático y no hay por tanto otro interés que pueda supeditarse a este.
En tercer lugar, es preciso mantener la movilización social y el consenso político contra el terror. La nueva Ley de Victimas que el Gobierno tiene comprometida desde hace años es otro elemento que contribuirá a la derrota de ETA. En ese final sí habrá vencedores y vencidos. Las victimas serán los vencedores y sus verdugos los vencidos. ETA tiene que verse cada vez más repudiada socialmente, más deslegitimada políticamente, más asfixiada. Aprendimos hace mucho tiempo que la lucha contra el terrorismo no es sólo detener terroristas, siendo esto esencial, sino luchar todos y cada uno desde nuestra responsabilidad para vencer al terror. Mantener esa determinación, sin concesión alguna al triunfalismo, es fundamental.