Siempre es más fácil escribir sobre lo sucedido el pasado año que sobre lo que nos deparará el próximo. A riesgo de equivocarme quiero compartir tres impresiones sobre lo que nos espera en este 2010 recién estrenado.
En economía, 2010 será un año difícil. Es probable que las cifras macroeconómicas no sean tan desastrosas como lo fueron el año pasado, pero el problema es que lloverá sobre mojado. A finales de este año nuestra economía puede tocar fondo, pero una cosa es no caer más y otra muy distinta iniciar la recuperación. El paro seguirá siendo no sólo el principal problema de nuestra economía, sino un verdadero drama nacional. La situación social se deteriorará como consecuencia de la persistencia de la crisis. El acelerado endeudamiento de nuestras administraciones reducirá nuestra solvencia como país y comenzarán algunos problemas de sostenibilidad de nuestras políticas públicas. En una Europa que recuperará la senda del crecimiento, el crédito internacional de España se desplomará como consecuencia de la nefasta política económica de Zapatero.
En materia de seguridad, dos frentes principales. Por un lado, no está claro que la nueva estrategia en Afganistán vaya a dar resultados a corto plazo. Eso significará que los riesgos para el creciente número de soldados españoles desplegados en ese lejano país irán en aumento. Confiemos en que la profesionalidad de nuestras Fuerzas Amadas impida que debamos lamentar nuevas bajas. Por otro lado, la amenaza del terrorismo islamista en el norte de Africa crecerá, como ha puesto de manifiesto el reciente secuestro de tres compatriotas en Mauritania. España debería desarrollar una estrategia más ambiciosa para poder neutralizar esta amenaza. Tampoco hay que descartar que ETA protagonice alguna acción criminal para poner en evidencia que sigue existiendo.
En la política doméstica, 2010 será un año de transición, sin más consultas electorales que la cita con las urnas en Cataluña. El Gobierno seguirá acumulando desgaste como consecuencia de la crisis económica y la oposición deberá trasmitir que tiene una alternativa creíble e ilusionante. El gran test de cambio político en España se producirá, sin embargo, en mayo de 2011 con las elecciones autonómicas y municipales.