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Ignacio Cosidó

Otoño caliente

el presidente tiene una incapacidad casi genética para enfrentarse a cualquier situación de conflicto. Ante la más mínima presión o amenaza, Rodriguez Zapatero prefiere siempre rendirse preventivamente

La sociedad parece haber tomado la medida a este Gobierno. Los sectores económicos y sociales han comprobado que este es un Gobierno extremadamente débil que no aguanta la presión y al que se puede doblegar fácilmente con una combinación de mesa de negociación y presión en la calle. La debilidad de Rodriguez Zapatero parte de su falta de criterios firmes, para él todo es relativo en este mundo, incluso los principios más básicos de nuestra connivencia democrática, de nuestro ser nacional o de nuestra Constitución. Pero sobre todo, el presidente tiene una incapacidad casi genética para enfrentarse a cualquier situación de conflicto. Ante la más mínima presión o amenaza, Rodriguez Zapatero prefiere siempre rendirse preventivamente.
 
Esta debilidad estructural del actual Gobierno se manifiesta en todos los frentes. En primer lugar, se ha puesto en evidencia en su política exterior. En las negociaciones con la Unión Europea, ya sea sobre el hoy olvidado Tratado constitucional, sobre el presupuesto de la Unión o sobre la política agraria común, Rodriguez Zapatero aplica siempre su doctrina de la rendición preventiva. Es decir, primero cedemos y luego negociamos. Así se ha visto con la pérdida de poder de nuestro país en el Consejo Europeo respecto a lo logrado por Jose María Aznar en Niza, en la ruptura del Pacto de Estabilidad a favor de Francia y Alemania sin obtener a cambio ninguna garantía sobre nuestros fondos comunitarios o en su incapacidad para defender con firmeza los intereses de sectores tan importantes para el futuro de nuestro campo como el del olivar o ahora el de la remolacha.
 
La actitud de claudicación exterior se ha puesto también de manifiesto de forma muy clara en nuestra relación con Marruecos. Primero renunciando a la defensa de los derechos del pueblo saharaui frente a las pretensiones anexionistas del reino aluita, una posición que había sido una constante en toda nuestra reciente historia democrática. Segundo, con una situación no ya de complacencia sino de complicidad en las violaciones de derechos humanos que al parecer cometieron algunas autoridades marroquíes con los inmigrantes subsaharianos tras las recientes crisis en Ceuta y Melilla. Pero sobre todo, con el inaudito silencio del propio presidente del Gobierno cuando tras la última cumbre bilateral fue preguntado sobre la soberanía de estas dos ciudades españolas.
 
En la política interior la debilidad del Gobierno es aún más palpable si cabe. Son los socios independentistas del Gobierno, a pesar de su carácter estrictamente minoritario, lo que marcan y definen la agenda política. La mejor manifestación de esta debilidad la veremos en el debate sobre la toma en consideración del proyecto de Estatuto catalán que tendrá lugar el próximo miércoles. En ella veremos como no sólo Rodríguez Zapatero, sino la totalidad de los diputados socialistas, dan luz verde a un proyecto de ruptura de nuestro país, de involución de las libertades en Cataluña, de quiebra del pacto de la Transición y de modificación fraudulenta de nuestra Constitución.
 
Esta debilidad es también evidente en la actitud frente a los terroristas, a los que se ofrece una salida negociada a sus décadas de asesinatos y crímenes, a los que se permite volver a las instituciones y a la vida política en contra de la legalidad vigente y a los que se les está consistiendo recuperar el control de la calle en el País Vasco con total impunidad.
 
Pero a estas debilidades ya conocidas se une ahora una debilidad general para hacer frente a cualquier conflicto económico o social. Así, el sector del transporte, al que durante meses el Gobierno se negó a atender, ha ganado el pulso en cuanto se ha decidido a hacer una huelga general que ha tenido incluso algún episodio desgraciado de quema de camiones. Los pescadores, a los que se mareó durante meses con un dialogo vacío de contenido, han logrado también sus objetivos tras un paro total y bloqueando las bocanas de los principales puertos mediterráneos. El mensaje no puede ser más contraproducente. Este es un Gobierno al que no se saca nada por las buenas, pero del que se obtiene todo por las malas. Los próximos en la lista, y con toda razón, serán nuestros agricultores. Parece que se avecina un prolongado otoño caliente.      

 
Ignacio Cosidó es senador por Palencia del PP.

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