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Ignacio Cosidó

La vulnerabilidad de Europa

España se ha convertido en el eslabón más débil de una Europa vulnerable

La publicación de unas caricaturas sobre Mahoma en un periódico danés levantó hace unos meses una gran revuelta en los países islámicos y en las comunidades musulmanas que incluyó el asesinato de una religiosa, ataques a delegaciones diplomáticas occidentales y a varias Iglesias, quema de banderas y amenazas violentas contra nuestros gobiernos y nuestras sociedades. Una parte de la izquierda europea, encabezada por nuestro presidente del Gobierno, no sólo condenó tajantemente la publicación de esas caricaturas, sino que mostró un cierto grado de comprensión con las manifestaciones violentas que provocaron. En última instancia, defendieron imponer restricciones a la libertad de expresión en aras de no soliviantar a los islamistas.
 
La paradoja es que esa misma izquierda que mostraba tanta sensibilidad con el Islam, hasta el punto de que se mostraba dispuesta a renunciar a principios fundamentales de las sociedades democráticas para propiciar una coexistencia pacífica con el radicalismo islamista, es la misma que se permite ahora en un país muy mayoritariamente católico como España financiar con el dinero de todos los contribuyentes y elogiar desde los poderes públicos una obra que no sólo atenta de forma grave contra las creencias religiosas de la mayoría de los ciudadanos a los que representan, sino que exalta una depravación sexual contraria a la propia dignidad humana, como la pederastia o el incesto.
 
Más allá de las implicaciones políticas de este último caso -resulta incomprensible que no se haya cesado al  responsable político de semejante escándalo-, el contraste entre ambas situaciones requiere una reflexión más profunda sobre la incapacidad europea para salvaguardar la libertad como base de su sistema político y para defender su propia identidad, de la que el cristianismo es sin duda uno de sus fundamentos, por mucho que la izquierda se empeñe en negar esta evidencia histórica.
 
Es un hecho objetivo que Europa está sufriendo en estos momentos una doble tendencia demográfica. Por un lado, los índices de natalidad se sitúan entre los más bajos del mundo, España es el ejemplo más dramático de esta realidad, lo que provoca que estemos muy lejos de poder asegurar siquiera el relevo generacional. Por otro lado, Europa está recibiendo flujos masivos de inmigración proveniente de terceros países. Nuevamente España es el caso más extremo de esa tendencia, habiendo multiplicado por cuatro el número de extranjeros en tan sólo cinco años, de forma que suman ya más de cuatro millones y representan el 10 por ciento de la población actual. Buena parte de esta población inmigrante es además de origen islámico, por lo que se calcula que de seguir esta tendencia en pocas décadas una cuarta parte de la población europea será musulmana.
 
Un segundo hecho que resulta más inquietante es que la menguante población de origen europeo tiene cada vez creencias religiosas más débiles mientras que en parte de la población musulmana se observa un proceso de radicalización que conduce a posiciones integristas e incluso violentas. Mi impresión por tanto es que estamos abocados a una creciente tensión religiosa no entre Islam y Cristianismo, como ha sido históricamente, sino a un conflicto asimétrico entre una sociedad profundamente laicista en la que toda manifestación religiosa haya desaparecido de la vida pública y una comunidad musulmana en la que la religión no es sólo una creencia personal sino que implica un modo de organizar la sociedad e incluso condiciona al poder político.
 
Una Europa que ha renunciado a sus propias raíces, sometida a una crisis de identidad sobre su propio ser, en la que impera una nueva dictadura del relativismo por la que todo da igual, que ha perdido toda referencia moral sobre lo que está bien o mal más allá de la opinión de la mayoría y que se muestra incapaz de defender con firmeza los principios sobre los que se asienta su convivencia democrática, es una Europa extremadamente vulnerable frente al envite de aquellos que ven en la libertad a su peor enemigo, que no toleran otra verdad que la propia y que tratan de imponer sus creencias por la fuerza.
   
España se ha convertido además en el eslabón más débil de esta Europa vulnerable. En ningún otro país europeo se está agrediendo de la forma en que se hace en el nuestro a instituciones como la familia, a principios como la libertad religiosa en la enseñanza y la supremacía de la vida humana o a las creencias religiosas mayoritarias de nuestra sociedad. En ningún otro país europeo hay un Gobierno más radicalmente laicista como nuestro actual gobierno socialista. Ningún otro mandatario europeo ha dado más síntomas de debilidad frente al chantaje de los violentos que los mostrados por Rodriguez Zapatero.

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