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Ignacio Cosidó

La Transición traicionada

Intentan una deslegitimación total del adversario político tratando de echar los muertos de la guerra civil y la represión de la Dictadura en la cara del PP

La izquierda española, bajo el liderazgo de Rodríguez Zapatero, está ejecutando una doble traición al espíritu de la Transición y al pacto constitucional en el que ese espíritu tomó forma política y jurídica. La primera traición fue su alianza con los nacionalismos más radicales para tratar de romper el gran pacto territorial que supuso la Constitución del 78. La segunda traición es desvincularse del espíritu de reconciliación en el que se basó la transición democrática, como única vía para superar definitivamente la división entre las dos españas que se enfrentaron en la Guerra Civil, y sustituirlo por un espíritu de revancha que tan sólo generará nuevas divisiones y enfrentamientos entre los españoles.
 
La primera gran traición al pacto constitucional la protagonizó la izquierda de Zapatero con su alianza con los independentistas. En su afán por ocupar el poder y perpetuarse en él, Zapatero no dudó en aliarse con los nacionalismos más radicales, marginando incluso a los sectores más moderados de esos nacionalismos, al precio de ir desguazando progresivamente el Estado. Ha sido además una traición en toda regla porque ni siquiera se tuvo el valor de plantear una modificación de nuestra Carta Magna, sino que se violentó su letra y su espíritu en la redacción de nuevos estatutos hasta el punto de provocar numerosos recursos de constitucionalidad aún pendientes de resolución.
 
La izquierda pretende ahora consumar una segunda traición a nuestra transición. Se trata de cuestionar la legitimidad democrática de nuestro actual sistema político porque no supuso una ruptura revolucionaria con la legalidad anterior y porque su espíritu se basó en un acto de conciliación y concordia entre todos los españoles y no en un ánimo de venganza o revancha. Iniciativas como la pretendida Ley de Memoria Histórica lo que pretenden en realidad es una revisión de ese pacto de la transición para conectar nuestra actual legitimidad democrática no con la Constitución de 1978, que nos une a todos, sino sobre una legitimidad histórica que arranca del gran fracaso histórico de la II República.
 
Hay sin duda un interés político y electoral en ejecutar esta segunda traición a nuestra Transición democrática. Por un lado, se trata de movilizar, hurgando en sus propias heridas históricas, a una izquierda perdida ideológicamente y desencantada en buena medida con el Gobierno de Zapatero. Se pretende además cohesionar la no siempre fácil alianza del socialismo gobernante con la izquierda radical e independentista buscando en el pasado elementos de cohesión que no existen en el presente. Por último, intentan con ello una deslegitimación total del adversario político tratando de echar los muertos de la guerra civil y la represión de la dictadura en la cara del Partido Popular, al que consideran, en una manipulación histórica sin precedentes, poco menos que responsable de aquel desastre y heredero directo de la dictadura.
 
Pero tengo la sospecha de que en esta segunda traición hay en el socialismo español algo más que un coyuntural interés por mantenerse en el poder. En buena parte de la izquierda actual anida una voluntad de desembarazarse de los compromisos adquiridos por ella misma durante la transición democrática. Se considera que aquel no fue un pacto libremente aceptado sino efecto de una situación histórica anómala en la que se vieron obligados a asumir concesiones que en este momento es necesario revisar. Hay un movimiento en la izquierda, aún incipiente, que parece querer propiciar con todo ello un cambio de régimen.
 
Es necesario por tanto reivindicar hoy más que nunca el éxito histórico que supuso nuestra Transición democrática. Un éxito colectivo que nos ha permitido disfrutar del periodo de libertad, paz y prosperidad más largo de toda nuestra historia como Nación. Hoy una gran mayoría de la sociedad española se sigue sintiendo plenamente identificada con ese gran pacto democrático al que todos debemos seguir guardando lealtad. Huyamos de aquellas páginas más negras de nuestra historia que aún hoy siguen generando división y rencor entre los españoles. Es el momento de mirar como Nación al futuro, donde nos aguardan no pocos desafíos, y no dejarnos enredar en los debates sobre un pasado felizmente superado.

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