Lo peor del Gobierno de Rodriguez Zapatero no son sus errores, que son muchos y muy graves, sino sus secretos. Este es un Gobierno que nació de una gran mentira, la criminalización política del PP por los atentados del 11-M, y que ha hecho de la mentira su fundamento ideológico, su estrategia política y el arma fundamental para mantenerse en el poder y destruir a su adversario.
La mentira se ha convertido de hecho en el fundamento ideológico del socialismo post-moderno de Rodriguez Zapatero. Todo parte del relativismo moral absoluto en el que vive instalado el presidente del Gobierno. Para Zapatero nada es mentira porque nada es verdad. Todo depende de las circunstancias y de los intereses coyunturales de cada momento.
Esta confusión moral lleva implícita una perversión constante del lenguaje. Las palabras dejan de tener un significado definido para convertirse en conceptos ambiguos que significan una cosa y la contraria. Es un regreso a la caverna en la que lo que vemos y oímos no es más que un reflejo de la realidad, pero nunca la verdad misma. La Nación significa España, pero también Cataluña y País Vasco y Galicia y quizá Andalucía. La transparencia significa el secretismo como norma de conducta en todo lo público. La libertad de expresión se transforma en un descarado intento de control de los medios de comunicación. El talante se asocia con la detención ilegal de militantes de otro partido en base a unas lesiones a un ministro que se demostraron falsas. La democracia en el mundo la encarnan regímenes afectos como Cuba o Venezuela.
Hay, por tanto, una parte de la mentira que es consustancial al propio pensamiento de Rodriguez Zapatero. Él es de hecho rehén de sus propias mentiras y puede pronto convertirse en victima de ellas. Miente con insistencia y énfasis, en ocasiones con vehemencia, porque esas mentiras constituyen su propia verdad. Como cuando afirma que no existe inquietud alguna en las Fuerzas Armadas o que las relaciones con Estados Unidos nunca han sido mejores.
La mentira es para Rodriguez Zapatero no sólo una ideología sino también una estrategia política. Este Gobierno ha hecho del secreto, la ocultación y el engaño su forma habitual de actuación. Secretas son sus conversaciones con los terroristas. El presidente del Gobierno recibe en La Moncloa de forma clandestina a sus aliados políticos para pactar de espaldas a la sociedad su verdadera agenda política. Las negociaciones sobre las cuestiones más fundamentales para nuestro futuro, como el nuevo Estatuto catalán, se hacen en hoteles distintos, a puerta cerrada y con un ruido mediático que sólo busca crear confusión en la opinión pública. Los ministros del Gobierno son enviados de forma discreta a vender armas o realizar extrañas operaciones diplomáticas por todo el mundo.
Pero la mentira es sobre todo la principal arma política empleada por el Gobierno para destruir al adversario. En sus dos años en el poder, Rodriguez Zapatero ha estado mucho más preocupado por aniquilar al Partido Popular que por solucionar los problemas de los ciudadanos. Es la vieja táctica de la reiteración infinita de la mentira como una forma de construir la verdad.
Así, hemos escuchado hasta la extenuación que el PP nos llevó a la guerra de Irak, cuando aquí la única unidad militar que ha participado en misiones de combate en ese país es la fragata prestada por Bono al secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, como dote para recomponer sus relaciones personales.
El Gobierno ha repetido también hasta la saciedad que el PP mintió tras los atentados del 11 de marzo en Madrid. La verdad es que será difícil encontrar en la historia un atentado de esas dimensiones en las que un Gobierno democrático haya ofrecido más información en las circunstancias políticamente más difíciles. Si algún error cometió el Gobierno Aznar tras esa catástrofe fue la excesiva precipitación en ofrecer información y no lo contrario.
Ignacio Cosidó es senador por Palencia del PP.