La imagen del presidente del Gobierno español vistiendo una kefiya palestina en plena crisis de Oriente Medio no es con mucho la actuación más grave ni más provocadora de Rodríguez Zapatero en esta crisis. Aún más grave ha sido su alineamiento con organizaciones terroristas islamistas como Hamas o Hezbolá negando el derecho de un Estado democrático como Israel para defenderse. Pero en una sociedad mediática como la actual, la foto de Zapatero con su kefiya ha reflejado ante todo el mundo, mejor que ninguna otra declaración o decisión gubernamental, cuál es la posición del Gobierno español ante este conflicto.
La postura de Rodríguez Zapatero ante la actual crisis viene en realidad determinada por tres principios básicos de toda la política internacional del actual Gobierno socialista. En primer lugar, la negación del uso de la fuerza como un instrumento legítimo para defender a las sociedades democráticas de sus enemigos. En segundo término, un radical anti-occidentalismo de izquierda que no perdona a Estados Unidos la derrota del comunismo en la Guerra Fría. Por último, un antisemitismo latente que se manifiesta cada vez que Israel actúa para defender su existencia.
Rodríguez Zapatero es un pacifista radical convencido y confeso. Para Zapatero el uso de la fuerza como instrumento de defensa no sólo resulta ilegitimo en cualquier circunstancia, sino que resulta siempre contraproducente para garantizar nuestra propia seguridad. En especial, la utilización de la fuerza para luchar contra el terrorismo sólo termina generando, en su opinión, mayor número de terroristas. Al terrorismo sólo puede oponerse por tanto la fuerza de las palabras, el diálogo y la negociación.
Este es, con seguridad, el camino más rápido y más directo a la rendición de las sociedades democráticas frente a los asesinos. Si no existe una voluntad firme del Estado para combatir a los terroristas con todos los medios legales, incluyendo un uso legítimo de la fuerza, estaremos colocando a las sociedades libres en una posición de máxima debilidad y vulnerabilidad frente a sus enemigos totalitarios. La negociación que Zapatero ha emprendido con ETA es un buen ejemplo de este camino de servidumbre.
Rodríguez Zapatero es también profundamente antiamericano y ha dado abundantes muestras, en el gobierno y antes de acceder a él, de ese antiamericanismo, comenzando por el inmenso desaire de no levantarse al paso de su bandera en un desfile militar. Zapatero ha hecho además de ese antiamericanismo una de sus señas ideológicas de identidad. La nueva izquierda radical europea, de la que Zapatero es vanguardia, ve en Estados Unidos el anatema de todos sus valores y principios. Así, frente a los valores conservadores anclados en la América profunda, la progresía europea defiende un relativismo moral en el que la verdad o la mentira, el bien o el mal es siempre una cuestión demoscópica. Frente a un modelo social basado en la libertad, en la responsabilidad individual y en la exaltación de la excelencia, los progres europeos optan por un modelo basado en el intervencionismo estatal, el Estado asistencial y el igualitarismo. Es más, Estados Unidos, como símbolo del triunfo del liberalismo y el capitalismo sobre el comunismo y el socialismo, genera un profundo resentimiento en líderes como Zapatero que viven aún a mitad de camino entre la realidad democrática en la que habitan y su añorada utopía marxista de juventud.
Por esta razón, el hecho de que sea Estados Unidos el principal aliado de Israel para garantizar su defensa añade un argumento decisivo para los izquierdistas europeos como Zapatero para alinearse en el bando contrario. Nada importa que los enemigos de Israel sean organizaciones terroristas como Hamas o Hezbolá o regímenes totalitarios como Irán o Siria. Poco importa que esas organizaciones terroristas y regímenes totalitarios sean además nuestros propios enemigos. En realidad, para Zapatero nada es más peligroso para la paz mundial que el supuesto imperialismo de Estados Unidos y oponerse a Israel es oponerse en buena medida a ese imperialismo.
Pero por mucho que moleste al ministro de Exteriores español, hay también un poso de peligroso antisemitismo en la actitud del socialismo español. Se ha visto clararamente en las manifestaciones convocadas por el propio PSOE para oponerse a la intervención israelí. Es más, tanta parcialidad y tanto énfasis en la condena unilateral a Israel en el propio presidente del Gobierno sólo puede explicarse desde un antisemitismo inconsciente que nace probablemente más del desconocimiento que de la convicción, pero que no por ello deja de ser real.
Ignacio Cosidó es senador del PP por Palencia