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Ignacio Cosidó

La extrema izquierda de ZP

Zapatero ha iniciado una agenda de reformas radicales que están poniendo en peligro la propia supervivencia de la Nación española y la pervivencia de principios básicos sobre los que se asienta nuestra convivencia

Para un radical de izquierdas como Zapatero cualquiera que se oponga a su credo pseudo-progresista es poco menos que un fascista. La deslegitimación democrática del adversario, y su posterior aniquilamiento político, es de hecho el único proyecto que hoy parece inspirar al Gobierno socialista y la estrategia principal que sigue el presidente para tratar de perpetuarse en el poder. Sólo así se explica que se convoque una gran conferencia del PSOE sobre el futuro y el mensaje final sea que el PP es la extrema derecha. El resultado de esta política podemos comenzar ya a percibirlo: una España enfrentada, crispada, marcada por divisiones irreductibles entre buenos y malos, entre izquierdas y derechas e incluso entre los diferentes territorios.
 
Rodriguez Zapatero representa la izquierda más radical que existe hoy en Europa. Sus aliados preferenciales en el exterior son la Cuba de Castro, la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Evo Morales y ahora parece que el Irán nuclear de los ayatolaes. Por el contrario, mantiene permanentes disputas con las principales democracias occidentales, con Estados Unidos y el Reino Unido a causa de la guerra contra el terror, con Alemania por su inescrupuloso intervencionismo económico y ahora con Francia y el conjunto de la Unión Europea por su irresponsable política de inmigración.
 
En la política nacional su socio parlamentario de referencia ha sido hasta ahora un partido catalán de izquierda radial y de nacionalismo extremo, que apuesta abiertamente por derrocar el régimen monárquico y por lograr la plena independencia para su Comunidad Autónoma. Así, Rodriguez Zapatero ha situado como referencia de lo que es el centro político español a un partido que hasta entonces tan solo representaba la izquierda marginal en Cataluña.
 
Pero dando un paso más, Rodriguez Zapatero ha asumido como interlocutor político a un partido como Batasuna que representa uno de los pocos residuos de marxismo en estado puro, junto a la dictadura de Fidel Castro, que existen actualmente en nuestro planeta. El líder de esa organización, declarada terrorista por la propia Unión Europea, es además definido como un “hombre de paz”, mientras que sus adversarios democráticos son definidos sistemáticamente como “partidarios de la guerra”.
 
Amparado por estos socios Zapatero ha iniciado una agenda de reformas radicales que están poniendo en peligro la propia supervivencia de la Nación española y la pervivencia de principios básicos sobre los que se asienta nuestra convivencia. Su política territorial ha llevado ya al reconocimiento de diferentes naciones y realidades nacionales dentro del Estado español, en flagrante contradicción con nuestro ordenamiento constitucional que establece una única Nación española. Esta política ha establecido además relaciones de bilateralidad entre Cataluña y España y conduce, en palabras del propio presidente del Gobierno catalán, a la configuración de un Estrado residual. Ese modelo aspira ahora a exportarse al resto de las comunidades autónomas.
 
El presidente ha impulsado una serie de reformas legales, como el reconocimiento del matrimonio homosexual, que son tildadas de excesivamente radicales incluso por los líderes más respetados de la izquierda europea, como ha hecho recientemente el primer ministro italiano, Romano Prodi. La autorización para la investigación con embriones humanos nos vuelva a situar en la vanguardia de la progresía europea y nos augura otro capítulo de enfrentamientos con la Iglesia católica.
 
Este Gobierno ha roto además todos los consensos sobre materias que deberían definirse como cuestiones de Estado. Así, desmanteló nada más llegar al poder el Plan Hidrológico Nacional sin ofrecer alternativa, rompió el Pacto por la Justicia que el mismo había firmado estando en la oposición, improvisó una contrarreforma educativa que está encontrando una enorme discrepancia no sólo política sino también social y ha hecho saltar por los aires el Pacto por las Libertades que se había mostrado como el arma más eficaz para poder derrotar a los terroristas.
 
Desde esta perspectiva radical es lógico que Zapatero intente crear la trampa óptica de situar al Partido Popular en la extrema derecha para alimentar su estrategia de la confrontación, pero la realidad es que el PP sigue en la misma posición ideológica desde su refundación en 1989, una política reformista que fue además contrastada por ocho años de gobierno cuyo balance global positivo es difícil de discutir. Por el contrario es el propio Zapatero el que está llevando al PSOE hacia un radicalismo que pone en riesgo la propia supervivencia de España y de nuestra convivencia.
 
Ignacio Cosidó es analista del GEES

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