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Ignacio Cosidó

La escopeta de madera

Nuestro presidente del Gobierno, como último eslabón de mando operativo de nuestras Fuerzas Armadas, queda demasiado lejos de los hombres y mujeres que por todo el mundo defienden con honor y profesionalidad nuestra bandera.

Una de las mayores responsabilidades que tiene un presidente del Gobierno es el mando de las operaciones militares. Para Zapatero esa responsabilidad debe ser una de las pocas incomodidades que le genera el cargo. Nuestro presidente mantiene cierta alergia a lo militar, apenas ha visitado a nuestras tropas en el exterior, se encuentra en las antípodas de los valores que representan nuestras Fuerzas Armadas y palabras como la guerra, el combate o el heroísmo están proscritas de su lenguaje. Su mayor contribución a la política militar ha sido de hecho la creación de unidades militares con misiones estrictamente civiles, las denominadas Unidades Militares de Emergencia, y su aspiración última parece ser trasformar al conjunto de nuestros ejércitos en una gran ONG uniformada de naturaleza estrictamente humanitaria.

Todo esto se dejaba entrever en la visita que realizó recientemente a la Brigada Paracaidista en Alcalá de Henares acompañando al vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, para despedir a los soldados que partían a Afganistán a luchar contra los talibanes y los terroristas. Para empezar, ya es triste que la primera vez que acude el presidente a despedir a un contingente militar sea porque se lo pide, casi se lo exige, un mandatario extranjero. Es más, últimamente ni siquiera se digna el presidente del Gobierno a acudir a los funerales por nuestros soldados caídos en esas misiones.

En su magnífica alocución, Joseph Biden habló de "rendir tributo" a los "guerreros". "Cuando los soldados estadounidenses tienen que escoger a quienes les acompañan en el combate, eligen unidades de élite valientes como las que tengo delante". Aseguró que cumplen con "honor y orgullo" la "obligación" que tienen las naciones como España y Estados Unidos de "detener a los terroristas violentos que confabulan desde Afganistán para perpetrar atentados como los del 11-S, en Estados Unidos, o los del 11-M en Madrid" y les recordó que luchan por la libertad. A continuación, rindió homenaje a los cuatro militares españoles fallecidos en Haití hace unas semanas, consecuencia del "liderazgo internacional" y rindió "tributo a vuestros cónyuges, hijos, padres, madres, hermanos... a los que esperan a los soldados", porque ellos también tienen una carga importante. "Soy padre de un hijo que ha vuelto de Irak, conozco los temores y las sensaciones que se tienen". Por último, añadió que "mis compatriotas están deuda con vosotros" y cerró su intervención con un que "Dios os proteja, que Dios os bendiga".

Por el contrario, para Zapatero los soldados y civiles desplegados en Afganistán "encarnáis la solidaridad española" y destacó que la presencia española ha contribuido a "aumentar los niveles de educación", a crear "puestos de trabajo", iniciar un "Estado democrático" y a velar por el cumplimiento de los derechos humanos. Añadió que "las familias tenéis nuestro cariño y la comprensión por vuestro dolor" y cerró con su tradicional "buena suerte". Podía ser un discurso aceptable para saludar a un grupo de cooperantes, pero no lo era en absoluto para despedir a una brigada de paracaidistas que partían al combate a miles de kilómetros de su patria. Y, según muchos de los testigos presentes, aún peor que sus palabras fueron sus formas y ademanes.

Siempre he dicho que no es fácil estar a la altura de nuestros soldados, pero nuestro presidente del Gobierno, como último eslabón de mando operativo de nuestras Fuerzas Armadas, queda demasiado lejos de los hombres y mujeres que por todo el mundo defienden con honor y profesionalidad nuestra bandera, los valores más profundos en los que creemos y la seguridad de todos los españoles. Muchos militares españoles sintieron esa tarde en Alcalá sana envidia del representante de Estados Unidos que, en contraste con nuestro presidente, sí supo estar a la altura de lo que requería la ocasión.

Lo menos que merecen los soldados españoles de quien tiene la responsabilidad de enviarlos a una misión que pone en riesgo su propia vida es un poco más de autenticidad, de complicidad y de coraje. Y los españoles tienen también derecho a un poco más de sinceridad sobre la verdadera misión que nuestras Fuerzas Armadas cumplen de forma heroica en Afganistán. Zapatero pasa revista a nuestras tropas con una escopeta de madera, un discurso impostado y sin creer realmente en ellas ni en su misión.

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