Más que una manifestación contra el aborto fue una gran fiesta por la vida. Era el testimonio auténtico de miles y miles de familias que salieron con sus hijos a la calle para defender el derecho a vivir, no el derecho a morir en el vientre de tu madre. Ni siquiera era una concentración contra nadie, era simplemente un canto a los inocentes.
Entre la Puerta del Sol y la Puerta de Alcalá se concentró una buena representación de lo que es hoy la sociedad española. La gente silenciosa que se levanta todas las mañanas a trabajar y vuelve por la tarde a sus casas para estar con su familia. Aquello no era una manifestación de partidos políticos, ni de instituciones, ni de confesiones religiosas. La de este sábado fue una manifestación de la sociedad en estado puro, de una pluralidad de ciudadanos diversos que pocas veces se manifiestan juntos, que en muy raras ocasiones alza su voz de forma pacífica pero firme, a la que no es fácil movilizar unida para casi nada.
La liberalización plena del aborto, su reconocimiento como un derecho fundamental de la mujer, es sólo la punta de lanza de un proyecto más ambicioso de Zapatero para subvertir los valores morales que han conformado a lo largo de la historia nuestra Nación. Cuanto más acorralado se vea este Gobierno por la crisis económica y por su propia incompetencia, más grande será la tentación de huir hacia delante arramplando con principios y valores que como el respeto a la vida, la dignidad humana o la libertad, son los que sustentan no sólo nuestra Nación, sino la propia Europa y el conjunto de la civilización occidental.
Por eso es esencial plantar cara a un proyecto que pone en riesgo nuestra convivencia democrática, que causará un enorme mal moral a la familia como institución social básica y que socava derechos tan fundamentales como el de la propia tutela de los padres sobre sus hijas. Hay que oponerse sin duda en el ámbito político, votando en contra del aborto libre y planteando si llega el caso un recurso ante el Tribunal Constitucional. Pero hay que hacerlo también en la sociedad, porque hay que despertar a los ciudadanos y explicarles con claridad la aberración que supone este proyecto.
Las encuestas reflejan ya un cambio de tendencia en la posición de la sociedad española sobre el aborto. El éxito de la movilización debería hacer reflexionar a un Gobierno que cada vez se encuentra más aislado y más alejado de la sociedad en casi todas las cuestiones. Es probable que Zapatero logre pese a todo sacar adelante en el Congreso su reforma, pero debe entender con claridad que lo hará en contra de la opinión mayoritaria de los españoles y que eso tiene siempre un enorme riesgo político además de un corto recorrido.