Nada hay más urgente ni más importante en la lucha contra el terror que recuperar la fe en la victoria de la sociedad democrática. Frente al desconcierto en el que se encuentra sumida buena parte de la sociedad española tras el estrepitoso fracaso del proceso de negociación abierto por Rodriguez Zapatero con los asesinos, resulta imprescindible decirle al conjunto de los españoles que la derrota de los terroristas no sólo es posible, sino inevitable.
Tenemos que volver a creer que podemos derrotar a ETA sin tener que pagar un precio por su desaparición. Aún más, tenemos que recobrar la determinación de hacerlo. Para ello es imprescindible contar con un liderazgo político fuerte, con la plena unidad de los grandes partidos democráticos, con unas leyes que cercenen todo espacio de impunidad a los terroristas, con la eficacia de unas fuerzas de seguridad que golpeen de forma constante toda la estructura criminal de los terroristas y con un poder judicial implacable en la aplicación de la Ley.
Tenemos que volver a situar a las victimas en la vanguardia de la lucha contra el terror. No podemos volver a esconderlas como testigos de una enfermedad social que nos de vergüenza reconocer. No podemos volver a enterrarlas en la semiclandestinidad para dejarlas después en un absoluto olvido público y administrativo. Por el contrario, es imprescindible retomar de las victimas su fortaleza y su dignidad para hacernos invencibles en la batalla contra el terror.
Tenemos que volver a la calle después de cada atentado. Hacerlo todos juntos, codo con codo, con las victimas del terror situadas en primera línea, compartiendo la misma ambición democrática por alcanzar el triunfo de la libertad, para gritar de forma unánime nuestra repulsa contra los asesinos y para reafirmar nuestra fe en los principios que sustentan nuestra convivencia.
Hoy puede haber algunos que hayan perdido esta fe en la victoria. El liderazgo fuerte del Gobierno en la lucha contra ETA se ha convertido en un discurso blando, ambiguo, plagado de lapsus que plantea el diálogo y la negociación como las únicas vías para poder acabar algún día con el terrorismo. La unidad de los grandes partidos democráticos, formalizada en el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, ha dado paso a una profunda y radical división entre quiénes buscan pactar con ETA y quienes deseamos derrotarla. La estricta legislación vigente en contra del terrorismo se aplica en función de las circunstancias, como abiertamente ha reconocido el Fiscal General del Estado. Incluso el número de detenciones de etarras parecen haber disminuido en los últimos tiempos.
Pero nada de eso puede torcer nuestra voluntad y nuestra fe democrática para acabar con el terror. Porque frente a la falta de liderazgo del Gobierno está la posibilidad de una alternativa que mantiene la derrota de los terroristas como la máxima prioridad de su programa político. Frente a la confrontación interesada que algunos tratan de imponer persiste una mayoría de españoles que reclaman la vuelta a la unidad de los partidos democráticos para alcanzar la derrota definitiva del terror. El Estado de Derecho ha dado muestras de mantener su independencia y su fortaleza por encima de cualquier presión política. Las Fuerzas de Seguridad tienen la inteligencia y la capacidad para seguir acorralando y capturando a los asesinos. Las victimas del terrorismo no se han doblegado a pesar de todos los intentos por desactivarlas y dividirlas. Podemos vencer y vamos a vencer.