El gran acierto de Mariano Rajoy ha sido situar España en el eje central de su proyecto político. España no puede ser el único país occidental, moderno y desarrollado en el que mostrar la bandera nacional resulte políticamente incómodo, en el que hablar de patriotismo te sitúe como un extremista y en el que la identificación con cualquier simbología española resulte electoralmente contraproducente.
Con su reivindicación del orgullo de ser español; con su defensa de España como lo que es: una gran Nación de ciudadanos libres e iguales; con su exhibición de un sano patriotismo liberal, Mariano Rajoy ha sacado los colores a los que quieren una España acomplejada, una España avergonzada de su propia historia, una España presa de los fantasmas del pasado. Por suerte para todos, son cada vez menos los que quieren vivir en esa España encogida, triste y resentida en la que, por desgracia, quiere vivir y condenarnos a todos a vivir Rodríguez Zapatero.
La vergüenza que les da defender una idea clara de España, el relativismo en el que enmarcan el propio concepto de Nación, que el zapaterismo considera un concepto discutido y discutible, el universalismo vacuo con el que pretenden esconder la falta del más elemental sentido patriótico, ha sido y sigue siendo un gravísimo déficit de Rodríguez Zapatero como gobernante. La desvinculación de la izquierda más cercana a los nacionalismos con el sentimiento, con la historia, con la voluntad y con el propio concepto de España como realidad existente y como proyecto común de futuro ha alcanzado con Zapatero su máxima expresión.
Da la impresión de que Zapatero no tiene inconveniente alguno en reconocer una nación catalana o vasca porque, para él, sentirse parte de una nación u otra carece de cualquier relevancia política. O, quizá peor, le parece bueno ser parte de cualquier nación con tal de que no sea la nación española. Zapatero ha afirmado que se siente más identificado con la bandera azul de Naciones Unidas que con la enseña roja y amarilla que simboliza nuestra patria. Es más, considera que nuestros soldados caídos en Líbano o Afganistán merecen ser honrados porque ofrecieron su vida en el altar de la paz universal y no porque entregaran su sangre por España ni por defender a sus compatriotas de la amenaza terrorista.
Roto el concepto de Nación, se ha quebrado también el principio básico de solidaridad que hace a todos los ciudadanos iguales en cualquier lugar de España. Cualquier territorio tiene ya abierta la puerta para negociar sus propios privilegios en una carrera que resulta suicida para la existencia de un proyecto común. Exactamente la carrera suicida en la que nos ha situado Zapatero con su irresponsable reforma territorial.
La ausencia de todo sentimiento nacional ha permitido además a Zapatero construir sin escrúpulo alguno su gran alianza política con aquellos cuyo objetivo primordial es la destrucción de España, con aquellos que han hecho del odio a España su único discurso político y con aquellos que consideran que la Nación española de ciudadanos libres es el peor enemigo para culminar su propio proyecto excluyente y totalitario.
Las consecuencias de esa alianza contra natura del socialismo español con los separatistas totalitarios las pagamos ahora todos los españoles con el progresivo desmantelamiento de nuestro Estado, con una creciente desigualdad entre los españoles y con brotes cada más intensos de violencia hacia quienes nos resistimos a asumir el credo nacionalista y totalitario.
La reivindicación del orgullo de ser españoles por parte del Partido Popular y la articulación de su proyecto político en torno a la recuperación de España como una Nación de ciudadanos libres e iguales ha generado enorme crispación e indignación en el seno del socialismo gobernante. Nos acusan de habernos apropiado de los símbolos que son de todos.
Pero el problema es más bien el contrario. El problema, por desgracia, es que el Partido Socialista ha permitido a Zapatero poner a España en almoneda con tal de alcanzar el poder y hacer dejación en la defensa de los símbolos de España cuando éstos han sido sistemáticamente ultrajados por sus propios socios. El zapaterismo gobernante acusa al PP de apropiarse de España. Falso. Lo que ha ocurrido es que el PSOE ha renegado voluntariamente de los valores nacionales y ha hecho dejación de la defensa de sus símbolos.
Acierta plenamente Mariano Rajoy al defender España en su discurso político. Primero, porque con ello se identifica plenamente con el sentir mayoritario de la sociedad española, a la que aspira a gobernar. Segundo, porque cualquier alternativa a Zapatero debe recuperar el orgullo de nuestra Nación, para así articular un proyecto político común a todos los españoles. Y, por último, porque no hay mejor modo de defender la libertad hoy en España que reivindicar la gran Nación española frente a los secesionismos totalitarios que nos amenazan.