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Ignacio Cosidó

El PSOE vuelve a la oposición

En un momento de profunda crisis económica nada más oportuno que una buena campaña de "No a la guerra", aunque sea al coste de tener que decir sí al terrorismo.

A pesar de llevar cinco años en el Gobierno, el PSOE sigue comportándose en buena medida como un partido en la oposición. Esta es una realidad que se palpa cotidianamente en el Parlamento. El único argumento que emplea el Gobierno para defenderse ante cualquier crítica de la oposición es un ataque desmedido al PP. Su vocación opositora no puede refrenarse ni aún cuando ostenta el poder.

Ahora el PSOE volverá a la calle para colocarse detrás de una pancarta que acusa de genocidio a Israel por su operación en Gaza. En la hora de la despedida de Bush parece que será Israel el que tome el relevo como causante de todos los males del mundo en el imaginario de la izquierda española. En todo caso, se trata una vez más de instrumentalizar el sufrimiento humano tratando de obtener un rédito electoral. En un momento de profunda crisis económica nada más oportuno que una buena campaña de No a la guerra, aunque sea al coste de tener que decir sí al terrorismo.

Los socialistas y su corte de activistas de izquierda deberían estar mucho más preocupados por la pasividad del Gobierno socialista español en este conflicto que en salir a la calle para injuriar de genocidas a quienes estuvieron a punto de ser exterminados en Europa hace no tanto tiempo. Es verdad que Zapatero ha ido en sus descalificaciones a Israel mucho más lejos que cualquier otro dirigente europeo e incluso más allá que la mayoría de los líderes árabes. Pero más allá de jalear a sus votantes en el antisemitismo, el balance de actuaciones del Gobierno en esta crisis es nulo. No ya Zapatero, sino ni siquiera su ministro de Exteriores, que ya actuó como mediador de la Unión Europea en este conflicto, se han desplazado aún a la zona. Frente a la acción de otros dirigentes europeos como Sarkozy, Zapatero se ha limitado a realizar declaraciones descalificatorias de Israel que en nada contribuyen a alcanzar el alto el fuego, sino más bien lo contrario.

Zapatero hace así una interpretación de un conflicto enormemente complejo con un simplista cálculo de la rentabilidad electoral que le puede ofrecer la guerra en momentos de especial dificultad para su Gobierno. Niega a Israel todo derecho a defender a su población de los constantes ataques con cohetes protagonizados por Hamas, rehúye reconocer la naturaleza terrorista de esta organización y tiende a equipararla con un Estado democrático dándole plena legitimidad política, quita toda responsabilidad a los terroristas por utilizar deliberadamente como escudos humanos a la población palestina y se une a acusaciones de genocidas dirigidas a quienes reconocen el derecho a existir de los palestinos mientras considera víctimas a quienes reiteradamente han manifestado su voluntad de exterminar a sus enemigos.

En un conflicto tan delicado, que tanto sufrimiento genera y tan relevante para la seguridad mundial, sería exigible al gobierno democrático de una potencia europea mayores dosis de responsabilidad y mucha menos demagogia, menos declaraciones descalificatorias y más iniciativas para alcanzar una paz verdadera, menos cálculo electoral interno y un poco más de visión estratégica.        

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