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Ignacio Cosidó

El futuro de la Guardia Civil

La Guardia Civil necesita sin embargo un nuevo impulso en su proceso de adaptación a una realidad social muy diferente a la de sus orígenes

El pasado miércoles se celebró en miles de cuarteles de la Guardia Civil la fiesta de la Virgen del Pilar, Patrona de este benemérito Cuerpo y de toda España. Este ritual sirve cada año como expresión de la estima y el cariño que la gran mayoría de los españoles sienten por estos servidores públicos, el reconocimiento a su labor cotidiana a favor de nuestra libertad y nuestra seguridad y muestra la cercanía que los guardia civiles han sabido mantener con sus convecinos a lo largo de sus más de 160 años de historia.
 
La coincidencia de esta Patrona con la festividad de toda España ha sido además para muchos una oportunidad de reencuentro con aquellos símbolos que mejor representan nuestro amor a España y a la libertad: honrar nuestra bandera y homenajear a los que dieron su vida por la Patria, especialmente aquellas victimas del terrorismo que murieron por defender nuestra democracia. En un momento difícil, en que se está poniendo en cuestión la propia pervivencia de la Nación española, actos como los vividos el 12 de octubre en el Paseo de la Castellana y en los más de dos mil puestos de la Guardia Civil esparcidos por toda España adquieren una significación reconfortante.
 
La Guardia Civil es hoy una de las instituciones que mejor representa la unidad de España y constituye un instrumento esencial para garantizar la presencia efectiva del Estado en todo el territorio nacional. La Guardia Civil constituye además uno de los pilares en la defensa de nuestro Estado de Derecho, con su permanente dedicación a cumplir y hacer cumplir las Leyes. Es, por último, un baluarte en la defensa de nuestra libertad, garantizando el libre ejercicio de nuestros derechos ciudadanos y luchando eficazmente contra quiénes pretenden acabar con nuestra democracia.
 
La Guardia Civil necesita sin embargo un nuevo impulso en su proceso de adaptación a una realidad social muy diferente a la de sus orígenes. La naturaleza militar de la institución sigue siendo, en mi opinión, no solo una de las principales señas de identidad del Cuerpo, sino que le dota de una flexibilidad estratégica endiables para enfrentarse a nuevas misiones: desde la expansión de la democracia en el mundo hasta las nuevas amenazas a nuestra seguridad. Pero no es menos evidente la necesidad de proseguir con un proceso de modernización que incluya una reflexión sobre ese mismo concepto de lo militar.
 
La naturaleza militar de la Guardia Civil no puede ser utilizada como coartada para mantener a sus miembros como funcionarios de segunda. En esta línea, es imprescindible seguir mejorando las retribuciones de los guardias civiles, mejorar sus condiciones de servicio y de vida, adaptar plenamente su régimen disciplinario y penal a la especificidad de su función, revisar un marco estatutario que mantiene preceptos que difícilmente se justifican en la sociedad actual, hacer una Ley de Derechos y Deberes que reconozca entre otras muchas cosas, el papel de las asociaciones profesionales que de hecho vienen operando desde hace tiempo. Hay que crear además nuevos instrumentos de comunicación interna que permita reducir la brecha que en ocasiones separa a los mandos de sus subordinados, todo ello en el marco de una nueva cultura corporativa.
 
Hay que reforzar el carácter policial de la Guardia Civil, sin que eso impida que se incremente la colaboración con las Fuerzas Armadas en sus misiones en el exterior e incluso en la seguridad de nuestro propio territorio frente a determinadas agresiones o emergencias. La Guardia Civil es además el instrumento más adecuado para articular un sistema de protección civil que sigue teniendo serias deficiencias en nuestro país.
 
Hay en la actualidad un triple perjuicio en torno a la Guardia Civil. En primer lugar, aquellos que desde una izquierda caduca mantienen un recelo histórico frente a este Cuerpo como depositario de todos los tópicos reaccionarios. La segunda, aquellos que desde posiciones pretendidamente progresistas aspiran a constituir en España un único Cuerpo policial de naturaleza civil, recluyendo en todo caso a la Guardia Civil a la vigilancia de fronteras y algún otro cometido auxiliar. Hay, por último, quiénes desde posiciones nacionalistas tienen la destrucción de la Guardia Civil como un objetivo importante en el proceso de desmantelamiento del Estado. Frente a todos ellos nos encontramos una gran mayoría de españoles que sentimos un sincero aprecio por la Guardia Civil, apostamos decididamente por su potenciación y modernización y encontramos en ella una doble salvaguardia para nuestra seguridad y para nuestra libertad.

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