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Ignacio Cosidó

El centro de la libertad

en España hay un Gobierno que está dando muestras cada vez más evidentes de querer ceder al chantaje del terror en aras de alcanzar la paz. Ese sería el peor error que podríamos cometer

La Convención del Partido Popular ha centrado la libertad como principal seña de identidad ideológica para el futuro. Esa fe en la libertad, como base fundamental de la civilización a la que pertenecemos, se articula en este momento histórico y en este país al que queremos seguir llamando España en tres propuestas fundamentales: la defensa de España como patria de libertad, la determinación para vencer a los enemigos de la libertad y la primacía de la libertad individual frente a imaginarios derechos colectivos.
 
La España de 2006 es muy diferente a la España de 1996. La sociedad española es hoy mucho más prospera, pero también más fuerte. Lo estamos viendo en la resistencia de los mercados para plegarse a determinadas operaciones diseñadas para satisfacer intereses políticos, lo vemos en la negativa de numerosos medios de comunicación que no se someten a los dictados del poder, lo vemos en los millones de ciudadanos que están dispuestos a salir a la calle para defender su libertad. Ese es, en mi opinión, el mejor legado que dejaron los ocho años de Gobierno del Partido Popular: una sociedad más libre, más próspera y más fuerte.
 
Hace diez años había dos graves problemas en nuestro país: paro y corrupción. Sobre la base de un partido fuerte y un discurso moderado, José María Aznar hizo la proeza de desalojar a un socialismo que se había bunquerizado en La Moncloa. Así nació el proyecto del centro reformista, como el mejor antídoto a la imagen del doberman de la derecha que iba a robar el dinero a los pobres para dárselo a los ricos y que iba a recortar las libertades porque eran los herederos de la más negra derecha autoritaria. Hoy la izquierda puede seguir anclada en ese discurso de deslegitimación democrática del adversario, pero tras los ocho años de gobiernos populares ya no resulta creíble.
 
Los problemas de la España actual son hoy diferentes a los de hace una década y requieren también respuestas distintas. Nuestro principal desafío es la intensificación de una ofensiva nacionalista que ha encontrado en la debilidad del presidente del Gobierno actual el camino para consumar sus anhelos históricos de secesión. Pero como demuestra fehacientemente el proyecto de Estatuto remitido desde Cataluña, la independencia no es el fin último de estas fuerzas radicales, sino el instrumento que está utilizando una clase política local para hacerse con el control absoluto de sus respectivas sociedades. Por eso, al igual que ocurrió en 1812, la idea de España aparece hoy tan íntimamente asociada a la idea de la libertad. Por eso, España como patria de libertad constituye la principal propuesta que desde el Partido Popular se lanza a los españoles.
 
Nuestro segundo gran desafío es cómo derrotar a los enemigos de la libertad. El terrorismo se ha convertido en el arma más poderosa de los totalitarismos para tratar de vencer a las democracias. En España hay un Gobierno que está dando muestras cada vez más evidentes de querer ceder al chantaje del terror en aras de alcanzar la paz. Ese sería el peor error que podríamos cometer. Hoy más que nunca debemos manifestar nuestra determinación para vencer a estos criminales y para defender la libertad y la dignidad de nuestras sociedades democráticas. Lo contrario es iniciar un camino de servidumbre que sólo conduce a la renuncia de los valores y los principios más sagrados del ser humano.
 
Tenemos por último que volver nuestra mirada a las personas, porque son las personas las portadoras de los valores que defendemos y el objeto último de nuestra acción política. Así, mientras andamos enredados resucitando fantasmas del pasado, rediseñando la estructura del Estado o debatiendo sobre el sexo de las naciones, olvidamos que el trabajo fundamental de los políticos debería ser resolver los problemas de la gente y no inventarle problemas nuevos. La batalla por la libertad tiene que ver en realidad mucho más con la defensa de los derechos de las personas que con los destinos universales de los pueblos o los territorios.
 
El centro reformista es el mejor legado histórico que posee el Partido Popular para reformular su oferta política a la sociedad española, pero hoy no es suficiente con aplicar las exitosas recetas del pasado para poder hacer frente a los nuevos desafíos a los que nos enfrentamos. Ya no es suficiente con reafirmar nuestra creencia en la libertad, sino mostrar nuestra más firme determinación para defender esa libertad frente a todos sus enemigos. Ya no basta con ser garantía de la estabilidad constitucional, sino que empieza a ser necesario fortalecer al Estado para hacer frente a la ofensiva de quienes aspiran a destruirlo. No basta con ser el partido del no frente a tanto desvarío, sino ser ya la alternativa de la libertad.
 
 

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